La final de los olvidados: Croacia y Francia, entre la guerra y la inmigración

Cinco años tenía el rubio niño cuando vio su abuelo fue asesinado. La disolución de Yugoslavia trajo muerte, devastación y caos, el terror de la guerra civil, étnica y religiosa. Una familia destruida.

La pobreza empujó a Fassou Antoine Pogba a emigrar desde Guinea hacia Francia. Darle un mejor futuro a sus hijos, que ellos lograran lo que él no pudo tener: educación, calidad de vida, mayor libertad.

El domingo, Luka Modric y Paul Pogba disputarán la final de Rusia 2018. Hoy estrellas del fútbol mundial, su pasado fue marcado por la guerra y la inmigración, como buena parte de sus compañeros en Croacia y Francia.

Modric fue uno de los cientos de miles de desplazados producto del conflicto en los Balcanes. En 1991, su abuelo fue ejecutado por rebeldes serbios junto con otras seis personas. El pequeño tuvo que salir con sus padres, Stipe y Jasmina, de Obrovac a Zadar. 



Por la fuerza se unieron nacionalidades tan dispares como los croatas, serbios, bosnios y albaneses, finalizada la Segunda Guerra Mundial, agrupados todos en un solo país, Yugoslavia, bajo el férreo mando de Josip Broz, Tito.

Por la fuerza, y con la caída de la Unión Soviética, además del auge de los nacionalismos, se separaron: entre 130 mil y 200 mil personas perdieron la vida en los conflictos entre 1991 y 2001.

El centro de refugiados conocido como el Hotel Kolovare recibió a cientos de personas. Allí, en medio de los bombardeos, Luka hacía lo que le gustaba: jugar a la pelota. Y así creció.

“Los hijos de la guerra crecieron en medio de la adversidad y vivieron el terror ante sus ojos”, cuenta Ricardo Otero en una serie de trabajos para Univisión Deportes. “No hay nada en un campo de fútbol que pueda impresionarles”.

El caso de Modric fue el más trágico, pero muchos de sus compañeros también sufrieron los azares bélicos. Ivan Rakitic nació en Suiza poco antes de la explosión del conflicto, en 1988, pero su padre es croata, su madre es bosnia. Huyeron buscando una mejor vida para ambos y allí formaron a su familia. 



Mario Mandzukic nació en la frontera entre Bosnia y Croacia en 1986. Con el conflicto, su familia se fue a Alemania, donde vivieron cinco años como refugiados, volviendo a su país en 1996, luego que el Gobierno alemán revocara su permiso de residencia.

En Francia las historias también tienen sangre, sudor y lágrimas. El pasado colonial dejó su huella en la actual selección, multicultural como la de 1998, con fuerte presencia africana.

El padre de Pogba emigró desde Guinea hacia la antigua metrópoli, donde tuvo a Paul, Florentin y Mathias, hoy jugadores de fútbol. No huyó de la guerra, pero sí de la pobreza, la misma que hoy obliga a cruzar el mediterráneo a miles de africanos con rumbo a Europa.

Kylian Mbappé, la joven estrella de la selección bleu, es hijo de cameruneses. Ousmane Dembelé es descendiente de un malí y una mauritana. Los padres de N’Golo Kanté nacieron en Malí. Adil Rami es hijo de marroquíes, Nabil Fekir lo es de argelinos. Samuel Umtiti vio la luz en Camerún, mientras que Steve Mandanda lo hizo en el Congo. 



“El fútbol nos permite poner sobre el escenario la inmigración, un tema que agita ahora a los países europeos”, señaló el historiador Yvan Gastaut a la AFP. “Para las personas que consideran un peligro la inmigración, esta Copa del Mundo no resolverá las cosas, pero nos permite apreciar la realidad del mundo, de la movilidad, de los desplazamientos y las identidades plurales”.

La victoria francesa en 1998, la primera Copa del Mundo ganada por los “bleus”, hizo crecer el sentimiento de unidad en la nación… al menos por algún tiempo. Zinedine Zidane, hijo de argelinos, fue el héroe de la selección que también tuvo descendientes de armenios (Youri Djorkaeff y Alain Boghossian), españoles (Vincent Candela y Robert Pirés), vascos (Bixente Lizarazu), antillanos (Thierry Henry), guyaneses (Bernard Lama), argentinos (David Trezeguet), además de nacidos en otras latitudes, como el ghanés Marcel Desailly, el senegalés Patrick Vieira, Christian Karembeu –nacido en Nueva Caledonia-… una amalgama de culturas que fortaleció al equipo.



La euforia se apoderó de las calles parisienses luego de la final ganada por Francia 3-0 a Brasil en 1998. “La avenida más bonita del mundo se tambaleaba rápidamente bajo el peso récord de un millón de aficionados. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, París no había nunca vivido una histeria semejante”, escribió Sebastian Lahmani en una biografía sobre Zinedine Zidane.

No obstante, las reivindicaciones de los inmigrantes y sus descendientes explotaron, en forma de protestas, en años posteriores. Aún se consideran ciudadanos de segunda en un país que no los defiende.

Más allá del fútbol, la vida. Cada historia estará plasmada el domingo, desde las 11:00 de la mañana, cuando busquen la gloria que borre, aunque sea por un momento, el duro pasado.

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