Ronaldinho, el himno a la alegría

Nadie encarnó la samba en un campo de fútbol como él. Carnaval, danza, fiesta. Baile, alegría, locura. Ronaldinho fue la representación más explosiva del típico baile brasileño.

Armado con una sonrisa, el balón lo tenía pegado al pie. Su imaginación, extensa como el Amazonas, podía resolver en segundos lo que para cualquier mortal era imposible. Como su gol con el Barcelona contra Osasuna, con tres toques, media vuelta y adentro. O el tanto contra el Villarreal, en el que paró la pelota con el pecho y la mandó a guardar de chilena.

O la diana anteel Chelsea en Liga de Campeones, en la frontal del área, hipnotizando a tres marcadores y haciendo flotar la pelota entre ellos y el arquero Petr Cech.

¿Y el Clásico contra el Real Madrid en el Santiago Bernabéu? ¿Aquel que inmortalizó a los dos aficionados que le aplaudieron, como casi todo el coliseo, tras sus golazos, con slalom y definición de cirujano?

La vida le dio un golpe que pudo haberle quitado la felicidad. Su padre, Joao de Assis Moreira, falleció en un accidente en una piscina cuando el futuro jugador tenía ocho años. 



“Papá era un superhéroe. Él amaba tanto al fútbol que después de trabajar en el astillero toda la semana iba a trabajar como guardia de seguridad en el estadio de Gremio durante los fines de semana”, recordó el astro, en una carta publicada en The Players Tribune.

El hogar quedó encabezado por Miguelina, su madre, la persona que intentó encarrilar al niño alegre, pero desordenado, que era Ronaldo. Su hermano mayor, Roberto, hizo de padre. Desde entonces, no se apartó de su lado.

Explotó con el Gremio en 1998, club al que perteneció desde muy temprana edad. En 2001 pasó al París Saint Germain francés, donde los problemas de indisciplina afectaron su continuidad. La clase que mostraba en el campo era intermitente, frente a la polémica de su vida fuera del rectángulo de juego.

Con la selección brasileña absoluta debutó en 1999, victoria 3-0 ante Letonia. El camino que tendría su mejor paisaje en la obtención del Mundial de 2002 tuvo, como primer gran escenario, la victoria 7-0 sobre Venezuela en la Copa América 1999. 



Tenía 19 años cuando le hizo un sombrerito a José Manuel Rey y fusiló a Renny Vega.

En su carrera anotó 33 goles en 98 partidos con la Selecao, ganando el Mundial de Corea-Japón, Copa Confederaciones y Copa América.

“Era la síntesis perfecta del ‘Jogo Bonito’ histórico de Brasil”, apuntó Emmanuel Quispe, periodista argentino, ex redactor del diario Olé, en charla con este diario. “El sólo pronunciar su nombre creo que es capaz de arrancarle una sonrisa a cualquiera que lo vio jugar y de inmediato lo hará recordar alguna genialidad suya. Su legado pasa por allí: la alegría con la que jugaba, que transmitía al público en su momento y que seguirá provocando en todo aquel que reviva sus jugadas. Un fantasista de esos que se extrañarán por siempre”.

Su traspaso al Barcelona, procedente del PSG, revolucionó al club condal, que venía en horas bajas. Fue la apuesta del presidente Joan Laporta en 2003, pagándose 24 millones de euros por sus servicios. Los catalanes se convirtieron en un fenómeno global gracias al astro de la amplia sonrisa. 



Lionel Messi no olvidó al astro que lo recibió como un hermano mayor en el primer equipo del Barcelona: “Aprendí mucho a tu lado. Siempre te estaré agradecido por lo fácil que me hiciste todo cuando llegué al vestuario. Tuve la suerte de compartir muchas cosas con vos y me alegro muchísimo porque, además de un fenómeno con la pelota, sos una grandísima persona y eso es lo más importante. Aunque decidas irte, el fútbol no se olvidará de tu sonrisa jamás. Todo lo mejor, Ronnie”.

Alcanzó la Champions de 2006 –segunda en la historia culé-, además del Fifa World Player y el Balón de Oro de 2005.

“Demostró que la calidad y el talento individual, caótico e impredecible de un jugador siempre estará por encima del trabajo táctico y ordenado de los entrenadores”, señaló a PANORAMA Richard Páez, seleccionador de Venezuela entre 2001 y 2007.

Posteriormente vestiría las camisetas del AC Milan, Flamengo, Atlético Mineiro –con el que conquistó la Libertadores de 2013-, el Querétaro mexicano y el Fluminense.

“Nos mostró el deporte como un estado de ánimo en el que siempre se es feliz”, consideró Milena Gimon, ex futbolista y actual presentadora de Directv Sports, en conversación con este diario. “Su sonrisa y su manera de tocar la pelota era la combinación perfecta para que hiciera magia. Un maestro de ceremonia, un malabarista, un crack. No nos olvidaremos de esos aplausos en el Bernabéu, no nos olvidaremos del ‘Joga bonito”. 



El planeta fútbol rindió su homenaje al genio después de conocer la noticia del adiós. Pelé expresó: “Tú trajiste una sonrisa a la cara de todos. Espero que driblees todos los desafíos de la vida, así como dribló a todos en los gramados”. Neymar, su heredero en el Barcelona antes de irse al PSG, lanzó: “¡Qué honor ser parte de tu historia. Siempre recordaré tu alegría en el campo, dejaste un legado que difícilmente será batido en el fútbol arte. Gracias por todo”.

Hasta Iker Casillas, el legendario arquero del Real Madrid, hoy con el Porto, dejó sus flores en el pedestal del brasileño. “Me tocó sufrirte, pero como amante del fútbol también te disfruté. Que te vaya genial”.

Parafraseando a Miguel Ríos en su Himno a la alegría, Ronaldinho cantó y soñó cantando, vivió soñando el nuevo sol en que los hombres volverán a ser hermanos. Porque para él, no había rivales: solo hermanos de distinto uniforme.

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