Buscó provocar una reacción en el defensor para generar un penal. Partido empatado a cero y solo un gol le daría el pase a Uruguay. Materazzi le hubiese nombrado a la hermana en alguna posición sexual. Míchel quizá le tocaría los cojones. Diego Costa lo hubiese escupido. Algún pisotón le daba Pepe. Pero no. Luis Suárez mordió a Giorgio Chiellini.
El italiano, nariz de boxeador, pinta de gladiador, solo sintió la fila de dientes presionando la zona entre el hombro y el cuello. Quiso reaccionar, mitad incrédulo mitad indignado, pero no pudo soltar el codazo completo. Se lanzó al suelo y con él Suárez, fingiendo que había caído por un golpe del defensor.
El árbitro, pendiente de la jugada con el balón, ni vio el encontronazo entre los jugadores. Ni el linier, ni el cuarto árbitro. A lo mejor ni el público presente en el estadio. Solo Chiellini, Suárez y millones de personas a través de la transmisión televisiva.
Uruguay ganó 1-0 a Italia con un gol de Diego Godín y avanzó a los octavos de final. Indignado, más por la acción infame que por el resultado del partido, Chiellini mostró ante las cámaras el mordisco de Suárez. Los medios de comunicación ya pedían una sanción, las federaciones se movían, la Fifa ya analizaba la situación.
Porque no es la primera vez que Suárez, artillero prolífico, muchacho del campo uruguayo en tierra inglesa, mordía. Lo hizo en Holanda, lo hizo en Inglaterra, ahora en Brasil. Solo los niños y los animales muerden. En los adultos la cosa está mal vista, salvo consentimiento. Ni Chiellini, ni Ivanovic, ni Bakkal estaban para juegos.
Luis debía pagar.
Se activó el resorte y la Fifa habló: nueve partidos de suspensión para el delantero, lo que lo saca del Mundial de Brasil, de amistosos y de la Copa América por un rato. Además, una multa de miles de euros. Hasta allí, la cosa iba justa. Pero después se convirtió en Juana de Arco en la hoguera, Tomás Moro bajo el hacha, Luis Suárez al foso.
Prohibición de entrada a estadios, prohibición de estar en concentraciones con su selección; y una suspensión en otras competiciones por cuatro meses, lo que no le dejará jugar con su club, el Liverpool.
"¿A quién mató Luis Suárez?", se preguntaba el irreverente Maradona. "Es excesivo", dijo la víctima, Chiellini. "Es una mancha para el fútbol esta sanción", acusó el presidente uruguayo, el exguerrillero y hoy presidente José "Pepe" Mujica.
¿Se pasó la Fifa?, preguntamos nosotros. Sí. No solo se buscó el objetivo de la sanción, que es presionar al futbolista para que evite volver a morder, sino que se le humilla, se le convierte en un paria ante la sociedad del juego mundial. Se afecta al futbolista y a la persona.
Allá ríe Roy Keane sobre las tibias de sus fracturados rivales. Allá ríe Pepe después de soltarle una, dos, tres patadas a su delantero sacrificado. Allá ríen tantos violentos anónimos que hacen y deshacen sin pena alguna.
Suárez es joven en edad futbolística. Con 27 años, aún tiene margen para enmendar errores. Necesita ayuda especializada y que se deje ayudar, que reconozca su error y que se disculpe, para seguir adelante. Volverá tarde o temprano a marcar goles y a darle triunfos a sus equipos. ¿Volverá a morder? Parece difícil, pero nunca es descartable.
El italiano, nariz de boxeador, pinta de gladiador, solo sintió la fila de dientes presionando la zona entre el hombro y el cuello. Quiso reaccionar, mitad incrédulo mitad indignado, pero no pudo soltar el codazo completo. Se lanzó al suelo y con él Suárez, fingiendo que había caído por un golpe del defensor.
El árbitro, pendiente de la jugada con el balón, ni vio el encontronazo entre los jugadores. Ni el linier, ni el cuarto árbitro. A lo mejor ni el público presente en el estadio. Solo Chiellini, Suárez y millones de personas a través de la transmisión televisiva.
Uruguay ganó 1-0 a Italia con un gol de Diego Godín y avanzó a los octavos de final. Indignado, más por la acción infame que por el resultado del partido, Chiellini mostró ante las cámaras el mordisco de Suárez. Los medios de comunicación ya pedían una sanción, las federaciones se movían, la Fifa ya analizaba la situación.
Porque no es la primera vez que Suárez, artillero prolífico, muchacho del campo uruguayo en tierra inglesa, mordía. Lo hizo en Holanda, lo hizo en Inglaterra, ahora en Brasil. Solo los niños y los animales muerden. En los adultos la cosa está mal vista, salvo consentimiento. Ni Chiellini, ni Ivanovic, ni Bakkal estaban para juegos.
Luis debía pagar.
Se activó el resorte y la Fifa habló: nueve partidos de suspensión para el delantero, lo que lo saca del Mundial de Brasil, de amistosos y de la Copa América por un rato. Además, una multa de miles de euros. Hasta allí, la cosa iba justa. Pero después se convirtió en Juana de Arco en la hoguera, Tomás Moro bajo el hacha, Luis Suárez al foso.
Prohibición de entrada a estadios, prohibición de estar en concentraciones con su selección; y una suspensión en otras competiciones por cuatro meses, lo que no le dejará jugar con su club, el Liverpool.
"¿A quién mató Luis Suárez?", se preguntaba el irreverente Maradona. "Es excesivo", dijo la víctima, Chiellini. "Es una mancha para el fútbol esta sanción", acusó el presidente uruguayo, el exguerrillero y hoy presidente José "Pepe" Mujica.
¿Se pasó la Fifa?, preguntamos nosotros. Sí. No solo se buscó el objetivo de la sanción, que es presionar al futbolista para que evite volver a morder, sino que se le humilla, se le convierte en un paria ante la sociedad del juego mundial. Se afecta al futbolista y a la persona.
Allá ríe Roy Keane sobre las tibias de sus fracturados rivales. Allá ríe Pepe después de soltarle una, dos, tres patadas a su delantero sacrificado. Allá ríen tantos violentos anónimos que hacen y deshacen sin pena alguna.
Suárez es joven en edad futbolística. Con 27 años, aún tiene margen para enmendar errores. Necesita ayuda especializada y que se deje ayudar, que reconozca su error y que se disculpe, para seguir adelante. Volverá tarde o temprano a marcar goles y a darle triunfos a sus equipos. ¿Volverá a morder? Parece difícil, pero nunca es descartable.
La Fifa debe también revisar sus mecanismos de sanción. Una mordida es grave, pero ¿cuánto paga alguien que destroza a un rival, apartándolo de las competiciones por largo rato? Muchas veces ni recibe una amonestación. La justicia, excesiva en el caso Suárez, o es para todos o es para ninguno.
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