Venezuela futbolística: artículo de opinión escrito por Ricardo David Páez

A lo largo de mi carrera como futbolista, he tenido la posibilidad de ir entendiendo la vida a través del fútbol. Son tantas las experiencias a un ritmo increíblemente acelerado que el jugador va forjando una visión de la vida, personalidad y carácter. Estos se van moldeando con la exigencia de competitividad y la presión de obtener resultados positivos a corto y largo plazo. Eso hace del jugador una persona de seriedad y disciplina a muy corta edad. La metodología de enseñanza son los golpes físicos y psicológicos que atraviesa en cada partido y en cada temporada. A diferencia de cualquier persona, nunca se aprende en un pupitre o en una silla teniendo a un maestro que te alerte en el camino. Por eso es tan emocionante este deporte: porque te vas graduando de profesional, sin notas ni exámenes finales, sino directamente en el escenario de la vida y de la muerte en un estadio y con el objetivo único de ganar.



Como en la vida, la diferencia está en el individuo. En la forma como extrae la información exacta y precisa para su buen uso en un futuro y en cada experiencia que va aconteciendo. La inteligencia se pone de manifiesto al entender el punto exacto para que esa enseñanza en un futuro sea útil encaminándola hacia una decisión de crecimiento personal y profesional.



Para poder tener un abanico amplio (pleno de posibilidades) en la toma de decisiones se deben experimentar diferentes escenarios los cuales se van guardando en el interior del ser. Tanto éxitos como fracasos, ser campeón, descender, estar en mitad de tabla, jugar en equipos grandes, en chicos, jugar en Europa, en Suramérica, en África, ser suplente o titular, ser indiscutible o rechazado y humillado, tener halagos, también críticas, ser ovacionado o repudiado en un estadio. Mientras más situaciones atraviesa y experimenta el jugador, más información irá acumulando para entender el juego de la vida, como es el fútbol.



Cuánta razón tiene Eduardo Sacheri, escritor argentino, cuando afirma que hay quienes sostienen que el fútbol no tiene nada que ver con la vida del hombre, con sus cosas esenciales. Desconozco cuánto sabe la gente de la vida, pero de algo estoy seguro, no saben nada de fútbol.



En estos momentos de decisiones trascendentes para el futuro del fútbol venezolano y cuando todos nos convencimos que llegar a un mundial es factible, es cuando podemos trasladar la experiencia de un jugador a la experiencia que llevamos acumulada como nación en la Vinotinto para tomar la mejor decisión. Me doy cuenta que como país vamos en la evolución del aprendizaje. Tal vez, los últimos 14 años de crecimiento en resultados fueron tan acelerados que la información no se ha podido procesar de una manera correcta. Y a la hora de emitir una opinión sobre el próximo ciclo mundialista y la persona de quien lo dirija desde mi punto de vista veo se usan criterios muy simples sin profundidad.



Desde la época del profesor Victor Pignarelli hasta José Omar Pastoriza, que yo recuerdo directamente como aficionado y jugador, se vivieron avances mínimos en lo futbolístico; pero muy importantes para poder seguir transitando en el camino de buscar el éxito ganador y transformar a la cenicienta en Vinotinto. Tal vez Pastoriza en lo extra futbolístico fue el que más ayudó, dándole al jugador las comodidades necesarias de sentirse importante a la hora de representar al país. Exigió, por primera vez, buenas condiciones de trabajo y lográndolo en hechos ya que el jugador podía estar hospedado en hoteles 5 estrellas, entrenar en buenas canchas, tener el material necesario para poder realizar entrenamientos de alto nivel a la par de las otras selecciones suramericanas. Todavía faltaba algo, diría yo, lo más importante y ahí vino el cambio de la innovación. De ser una selección defensiva y contragolpeadora y de miedo, vino el estilo ofensivo de irreverencia y de fútbol fluido con laterales de proyección y medios casi todos de tendencia ofensiva. Entonces, se cambiaron los esquemas del no poder a los esquemas del sí se puede. Y todo cambio. De ahí en adelante, ya todo es historia. El proceso de Richard Páez cambio la mentalidad y creo por primera vez una identidad donde todos nos sentimos orgullosos del color vinotinto. Después vino la continuidad de Cesar Farías. Se siguió creciendo volviendo a los esquemas de un gran trabajo defensivo y un equipo letal al contragolpe y de pelota parada la selección demostró que ya el jugador tenía un chip ganador, independiente del sistema y del estilo, el miedo de cenicienta se había borrado por completo. El último proceso nos enseño que la Vinotinto llegó para quedarse y que la planificación adecuada hasta con un fútbol no tan vistoso nos pudo acercar al tan anhelado mundial.



Ahora bien mi opinión, que no puedo escapar a darla, en este momento importantísimo. Para aportar, en un país con falta de referentes futbolísticos de opinión acertada por la experiencia real del juego, debo decir que para la escogencia de un DT que nos lleve a un mundial no habría que valorar su pasado y sus logros como entrenador; que los tiene que tener para estar en la lista selecta de elegibles, sino mas bien valorar la capacidad de dicho DT para inculcar valores, planificación, funcionamientos, y un estilo adecuado que vaya de la mano con el talento de jugadores que actualmente posee la selección. Y tenga esa capacidad de convencimiento, de crear una nueva familia vinotinto que entienda que no solo hace falta tener un estilo eficiente, que nos lleve a un mundial, sino que sea un modelo que enamore, que sea atractivo, que innove, que no sea calculador sino mas bien ambicioso para que la clasificación no sea un sacrificio o una meta final, sino más bien una escala, donde el venezolano pueda sonar, para ser competitivo y aspirar al respeto mundialista en Rusia 2018.






Ricardo David Páez.

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