Este perfil fue publicado por PANORAMA el 2 de marzo de 2003. Escrito por la hoy editora de Acción, Anaida Larreal, muestra una interesante imagen de los primeros años de Rafael Dudamel, hoy técnico de la sub 17, a punto de entrar al Mundial de Emiratos 2013.
“Sí podemoooos”, “sí podemooos”, “sí podemooos”, era el grito de las 27 mil personas que asistían al partido Venezuela-Argentina el 9 de octubre de 1996. Era la quinta fecha de las eliminatorias suramericanas rumbo al Mundial de Francia-98. Con el marcador 4-1 en contra de la vinotinto, una falta sobre Gabriel “Gabi” Urdaneta, en el minuto 86, sirvió para que el árbitro uruguayo Eduardo Diuzniewki decretara el tiro libre a una distancia no mayor de 12 metros.
Desde el arco venezolano, ubicado en el sector derecho de la cancha, un joven rubio, alto y de ojos claros corrió como un felino a unirse con sus compañeros. Y después de un breve diálogo, el guardavallas se puso detrás de la pelota.
Entonces el público gritó un poco más su coro de: “Sí podemoooos”, “sí podemooos”. Era la oportunidad de Rafael Dudamel, un arquero de 23 años de edad, quien iba a chutar la pelota.
Luego de fijarse bien, en la posición del guardameta gaucho Pablo Cavallero y la ubicación de la barrera, pateó para incrustar la esférica en el ángulo superior derecho y con ello hizo estallar el grito de gooooooool en las gargantas de los hinchas que asistieron esa noche al estadio “Pueblo Nuevo” de San Cristóbal, a 437 kilómetros de Maracaibo.
Fue el día en que Rafael Dudamel se constituyó en el segundo arquero en el mundo, después del paraguayo José Luis Chilavert, en concretar un gol de tiro libre en un Premundial.
Antes del encuentro le había expresado al técnico Rafael Santana su interés por ejecutar un tiro libre.
“Me lo dijo tan seguro, tan convencido de que lo iba anotar que le dije si”, recuerda Santana.
Esa noche allí entre el público de sillas numeradas, un hombre lloraba de alegría. No podía creer que el autor de ese histórico gol fuese su hijo.
“Lloré como nunca lo había hecho”, recuerda Rafael Dudamel, padre del guardameta, desde su casa en Barquisimeto.
Mis lágrimas -cuenta- fueron de alegría, de ver cómo mi hijo hacía realidad ese anhelo. Imagínate, nosotros fuimos a aupar a la selección sin soñar siquiera que uno de los goles los iba a concretar mi hijo que era el arquero.
Rafael Edgar Dudamel Ochoa nació el 7 de enero de 1973 en San Felipe, estado Yaracuy, producto del matrimonio de Rafael Dudamel y Marisol Ochoa. Desde pequeño, recuerda su progenitor, tenía estampa de líder, además que era más alto que los niños de su edad. “Era muy rebelde, decidido y poco dado a los estudios, pero yo le decía que tenía que sacar una carrera universitaria... Un buen día a los 16 años me dijo que iba ser futbolista profesional y eso no tenía vuelta atrás”.
Sin embargo, a su papá le prometió que algún día retomaría los estudios. “Tiene segundo año de Derecho y me aseguró que cuando llegue a los 35 años ya no estará bajo los tres palos”, resalta.
Jesús “Chuy” Vera, volante de contención nativo de Mérida e integrante de Unión Atlético Maracaibo, refiere que “Rafa es un buen tipo. Es muy objetivo. Lo conozco desde que él tenía 13 años y yo como 17 años. Íbamos a observar los entrenamientos de la Universidad de los Andes, él se quedaba viendo los ensayos de César “Guacharaca” Baena, que era el arquero del equipo”.
De este tiempo, Baena, asegura que el niño rubio que recogía las pelotas en el estadio de Lourdes, en Mérida, nunca le expresó nada, solamente lo miraba.
“Era muy inquieto sí, pero no me preguntaba del juego, luego cuando yo estaba en la selección de mayores y él estaba en la sub 14, entonces si hablaba de los detalles de los partidos”, indica desde su residencia en Caracas.
Rafael Dudamel, padre, refiere que su hijo se hizo futbolista porque era lo que se jugaba en Mérida, ciudad a la que se marchó junto con su progenitora a los 9 años.
"Es un líder, siempre inconforme- agrega Rafael Santana- quiere ir a lo mejor en el trabajo, nunca fue menos que nadie".
La apreciación del técnico coincide con la de Richard Páez, actual mentor de la selección de Venezuela, quien lo cataloga como “un hombre que en la búsqueda de la perfección sólo admite la excelencia”.
Refiere el seleccionador que “Duda siempre tiene una actitud ganadora. Es uno de los mejores embajadores de Venezuela. Lo único negativo en él es que como se involucra tanto en el juego y está pendiente de todo, a veces se sobrepasa en el liderazgo. Pero en su puesto es un fenómeno, una figura ganadora”.
Una salida nocturna en Mérida en 1990, cuando era ficha de ULA-Mérida, con su amigo “Chuy” Vera y la esposa de éste, Ariana Noguera, lo puso frente a la que seis años después sería su esposa: Nair Newman.
Fuimos novios durante seis años -cuenta Nair, una mujer de espigada figura y larga cabellera negra, que no tiene nada que envidiarle a una modelo de pasarela-. “Nos casamos el 19 de diciembre de 1996 en la catedral de Mérida y desde ese día lo acompaño a todas partes”.
Refiere que su esposo es un hombre demasiado amoroso con su hija Amanda. “A la hora de comer coloca a la niña en sus piernas y le da su alimento. Si es de bañarla o de cambiarle el pañal lo hace”.
Ya en avanzado estado de gravidez, próxima a cumplir los nueve meses, Marisol Ochoa de Dudamel junto con su esposo Rafael recorrió 76 kilómetros por carretera para trasladarse desde su residencia en Barquisimeto hasta San Felipe, estado Yaracuy.
Era una joven de 16 años, y como este era su primer hijo, prefirió tenerlo en su tierra natal donde tendría la compañía de su progenitora.
“No sabía si era niño o niña, porque preferí llevarme la sorpresa. Rafa es mi primer hijo, luego tuve dos varones más”, destaca Marisol, quien es abogada y vive en Caracas.
Nueve años más tarde, ya divorciada, junto con sus hijos se trasladó a Mérida.
“Como Rafa me insistía en que quería practicar algún deporte, lo inscribí en la natación, pero no lo noté muy entusiasmado. Luego jugó baloncesto y tampoco se veía interesado. Hasta que un día llegó y me dijo: Mami ya sé lo que me gusta. Quiero jugar fútbol... Por eso lo inscribí en la escuela de la Universidad de los Andes”.
“Es muy buen muchacho”, se adelanta a decir Miguel Ángel Rivas, a quien todos conocen como el “Mono”. Asevera que “Rafael Dudamel empezó en su escuela desempeñándose como mediocampista y arquero.
Según el “Mono”, uno de los regalos más gratos para el arquero fue cuando Guillermo Soto Rosa le obsequió unos guantines para guardameta que había traído de Argentina.
En 1999, cuando era parte del Deportivo Cali, Dudamel criticó el escaso monto económico en los viáticos de los jugadores de la selección nacional, mientras que los jerarcas de la Federación asistían hasta con invitados especiales.
Este comentario sirvió para que fuera marginado del grupo que alistaba el argentino Omar “El Pato” Pastoriza.
Por ese inconveniente, el entonces capitán de la vinotinto, Edson Tortolero, opinó que Dudamel no tenía porqué inmiscuirse en esas decisiones, lo que trajo como consecuencia que ambos no se dirijan la palabra.
Aunque Tortolero estima que es un capítulo pasado en su carrera, de hecho está dispuesto a jugar junto con Dudamel en la selección nacional, pero desde que Richard Páez tomó las riendas no lo ha convocado, en cambio el guardameta estuvo en los últimos ocho cotejos de las eliminatorias previas a Japón y Corea del Sur-2002 y compiló 720 minutos en acción.
Aunque quizás la peor goleada en la vida del guardameta yaracuyano ocurrió el 16 de febrero del año pasado, cuando en un entrenamiento de su ex club Estudiantes de Mérida saltó para tomar una pelota, en la caída apoyó mal la pierna izquierda y sufrió una fractura en la tibia.
“Ese día me entró una angustia, algo que no podía entender. Eran las 5 y 30 pm. Me dije, algo le pasa a Rafa. Lo iba a telefonear, pero me acordé que estaría en la práctica... Más tarde me llamó llorando porque se había lesionado y yo lo consolé diciéndole: “Por eso no sufras, dedícate a viajar, a estudiar inglés, ve al gimnasio para no perder la figura”, comenta su madre.
Durante su estadía en tierras neogranadinas como parte de Independiente Santa Fe, Millonarios y Deportivo Cali, cada vez que el venezolano salía a las calles era reconocido por el público con muestras de afecto y cariño.
Es impresionante como aman a Rafael -dice Nair de Dudamel-, es que en Colombia la gente es muy apasionada y cuando quiere a alguien lo expresa sin recelo.
Una muestra de la idolatría se vio el 27 de diciembre de 2001 cuando Millonarios alcanzó el título de la Copa Merconorte, después de vencer al Emelec de Ecuador en tanda de penales 3-1 en el estadio Capwell, en Guayaquil.
Su progenitora recuerda que dio la vuelta olímpica en el estadio El Campín en los hombros de los hinchas. Algo que nunca se había visto con un arquero extranjero.
Tampoco pasaron inadvertidos para su ego los elogios de José Luis Chilavert, quien dijo a la agencia AP que “Dudamel es mi discípulo, me pone contento saber que tengo muchos discípulos. Estoy haciendo escuela”.
A esto el cancerbero de la Vinotinto atinó a decir, “me hubiese gustado más celebrar el triunfo de Venezuela que estar ahora hablando de mi gol con pelota detenida”.
“Sí podemoooos”, “sí podemooos”, “sí podemooos”, era el grito de las 27 mil personas que asistían al partido Venezuela-Argentina el 9 de octubre de 1996. Era la quinta fecha de las eliminatorias suramericanas rumbo al Mundial de Francia-98. Con el marcador 4-1 en contra de la vinotinto, una falta sobre Gabriel “Gabi” Urdaneta, en el minuto 86, sirvió para que el árbitro uruguayo Eduardo Diuzniewki decretara el tiro libre a una distancia no mayor de 12 metros.
Desde el arco venezolano, ubicado en el sector derecho de la cancha, un joven rubio, alto y de ojos claros corrió como un felino a unirse con sus compañeros. Y después de un breve diálogo, el guardavallas se puso detrás de la pelota.
Entonces el público gritó un poco más su coro de: “Sí podemoooos”, “sí podemooos”. Era la oportunidad de Rafael Dudamel, un arquero de 23 años de edad, quien iba a chutar la pelota.
Luego de fijarse bien, en la posición del guardameta gaucho Pablo Cavallero y la ubicación de la barrera, pateó para incrustar la esférica en el ángulo superior derecho y con ello hizo estallar el grito de gooooooool en las gargantas de los hinchas que asistieron esa noche al estadio “Pueblo Nuevo” de San Cristóbal, a 437 kilómetros de Maracaibo.
Fue el día en que Rafael Dudamel se constituyó en el segundo arquero en el mundo, después del paraguayo José Luis Chilavert, en concretar un gol de tiro libre en un Premundial.
Antes del encuentro le había expresado al técnico Rafael Santana su interés por ejecutar un tiro libre.
“Me lo dijo tan seguro, tan convencido de que lo iba anotar que le dije si”, recuerda Santana.
Esa noche allí entre el público de sillas numeradas, un hombre lloraba de alegría. No podía creer que el autor de ese histórico gol fuese su hijo.
“Lloré como nunca lo había hecho”, recuerda Rafael Dudamel, padre del guardameta, desde su casa en Barquisimeto.
Mis lágrimas -cuenta- fueron de alegría, de ver cómo mi hijo hacía realidad ese anhelo. Imagínate, nosotros fuimos a aupar a la selección sin soñar siquiera que uno de los goles los iba a concretar mi hijo que era el arquero.
Rafael Edgar Dudamel Ochoa nació el 7 de enero de 1973 en San Felipe, estado Yaracuy, producto del matrimonio de Rafael Dudamel y Marisol Ochoa. Desde pequeño, recuerda su progenitor, tenía estampa de líder, además que era más alto que los niños de su edad. “Era muy rebelde, decidido y poco dado a los estudios, pero yo le decía que tenía que sacar una carrera universitaria... Un buen día a los 16 años me dijo que iba ser futbolista profesional y eso no tenía vuelta atrás”.
Sin embargo, a su papá le prometió que algún día retomaría los estudios. “Tiene segundo año de Derecho y me aseguró que cuando llegue a los 35 años ya no estará bajo los tres palos”, resalta.
Jesús “Chuy” Vera, volante de contención nativo de Mérida e integrante de Unión Atlético Maracaibo, refiere que “Rafa es un buen tipo. Es muy objetivo. Lo conozco desde que él tenía 13 años y yo como 17 años. Íbamos a observar los entrenamientos de la Universidad de los Andes, él se quedaba viendo los ensayos de César “Guacharaca” Baena, que era el arquero del equipo”.
De este tiempo, Baena, asegura que el niño rubio que recogía las pelotas en el estadio de Lourdes, en Mérida, nunca le expresó nada, solamente lo miraba.
“Era muy inquieto sí, pero no me preguntaba del juego, luego cuando yo estaba en la selección de mayores y él estaba en la sub 14, entonces si hablaba de los detalles de los partidos”, indica desde su residencia en Caracas.
Rafael Dudamel, padre, refiere que su hijo se hizo futbolista porque era lo que se jugaba en Mérida, ciudad a la que se marchó junto con su progenitora a los 9 años.
"Es un líder, siempre inconforme- agrega Rafael Santana- quiere ir a lo mejor en el trabajo, nunca fue menos que nadie".
La apreciación del técnico coincide con la de Richard Páez, actual mentor de la selección de Venezuela, quien lo cataloga como “un hombre que en la búsqueda de la perfección sólo admite la excelencia”.
Refiere el seleccionador que “Duda siempre tiene una actitud ganadora. Es uno de los mejores embajadores de Venezuela. Lo único negativo en él es que como se involucra tanto en el juego y está pendiente de todo, a veces se sobrepasa en el liderazgo. Pero en su puesto es un fenómeno, una figura ganadora”.
Una salida nocturna en Mérida en 1990, cuando era ficha de ULA-Mérida, con su amigo “Chuy” Vera y la esposa de éste, Ariana Noguera, lo puso frente a la que seis años después sería su esposa: Nair Newman.
Fuimos novios durante seis años -cuenta Nair, una mujer de espigada figura y larga cabellera negra, que no tiene nada que envidiarle a una modelo de pasarela-. “Nos casamos el 19 de diciembre de 1996 en la catedral de Mérida y desde ese día lo acompaño a todas partes”.
Refiere que su esposo es un hombre demasiado amoroso con su hija Amanda. “A la hora de comer coloca a la niña en sus piernas y le da su alimento. Si es de bañarla o de cambiarle el pañal lo hace”.
Ya en avanzado estado de gravidez, próxima a cumplir los nueve meses, Marisol Ochoa de Dudamel junto con su esposo Rafael recorrió 76 kilómetros por carretera para trasladarse desde su residencia en Barquisimeto hasta San Felipe, estado Yaracuy.
Era una joven de 16 años, y como este era su primer hijo, prefirió tenerlo en su tierra natal donde tendría la compañía de su progenitora.
“No sabía si era niño o niña, porque preferí llevarme la sorpresa. Rafa es mi primer hijo, luego tuve dos varones más”, destaca Marisol, quien es abogada y vive en Caracas.
Nueve años más tarde, ya divorciada, junto con sus hijos se trasladó a Mérida.
“Como Rafa me insistía en que quería practicar algún deporte, lo inscribí en la natación, pero no lo noté muy entusiasmado. Luego jugó baloncesto y tampoco se veía interesado. Hasta que un día llegó y me dijo: Mami ya sé lo que me gusta. Quiero jugar fútbol... Por eso lo inscribí en la escuela de la Universidad de los Andes”.
“Es muy buen muchacho”, se adelanta a decir Miguel Ángel Rivas, a quien todos conocen como el “Mono”. Asevera que “Rafael Dudamel empezó en su escuela desempeñándose como mediocampista y arquero.
Según el “Mono”, uno de los regalos más gratos para el arquero fue cuando Guillermo Soto Rosa le obsequió unos guantines para guardameta que había traído de Argentina.
En 1999, cuando era parte del Deportivo Cali, Dudamel criticó el escaso monto económico en los viáticos de los jugadores de la selección nacional, mientras que los jerarcas de la Federación asistían hasta con invitados especiales.
Este comentario sirvió para que fuera marginado del grupo que alistaba el argentino Omar “El Pato” Pastoriza.
Por ese inconveniente, el entonces capitán de la vinotinto, Edson Tortolero, opinó que Dudamel no tenía porqué inmiscuirse en esas decisiones, lo que trajo como consecuencia que ambos no se dirijan la palabra.
Aunque Tortolero estima que es un capítulo pasado en su carrera, de hecho está dispuesto a jugar junto con Dudamel en la selección nacional, pero desde que Richard Páez tomó las riendas no lo ha convocado, en cambio el guardameta estuvo en los últimos ocho cotejos de las eliminatorias previas a Japón y Corea del Sur-2002 y compiló 720 minutos en acción.
Aunque quizás la peor goleada en la vida del guardameta yaracuyano ocurrió el 16 de febrero del año pasado, cuando en un entrenamiento de su ex club Estudiantes de Mérida saltó para tomar una pelota, en la caída apoyó mal la pierna izquierda y sufrió una fractura en la tibia.
“Ese día me entró una angustia, algo que no podía entender. Eran las 5 y 30 pm. Me dije, algo le pasa a Rafa. Lo iba a telefonear, pero me acordé que estaría en la práctica... Más tarde me llamó llorando porque se había lesionado y yo lo consolé diciéndole: “Por eso no sufras, dedícate a viajar, a estudiar inglés, ve al gimnasio para no perder la figura”, comenta su madre.
Durante su estadía en tierras neogranadinas como parte de Independiente Santa Fe, Millonarios y Deportivo Cali, cada vez que el venezolano salía a las calles era reconocido por el público con muestras de afecto y cariño.
Es impresionante como aman a Rafael -dice Nair de Dudamel-, es que en Colombia la gente es muy apasionada y cuando quiere a alguien lo expresa sin recelo.
Una muestra de la idolatría se vio el 27 de diciembre de 2001 cuando Millonarios alcanzó el título de la Copa Merconorte, después de vencer al Emelec de Ecuador en tanda de penales 3-1 en el estadio Capwell, en Guayaquil.
Su progenitora recuerda que dio la vuelta olímpica en el estadio El Campín en los hombros de los hinchas. Algo que nunca se había visto con un arquero extranjero.
Tampoco pasaron inadvertidos para su ego los elogios de José Luis Chilavert, quien dijo a la agencia AP que “Dudamel es mi discípulo, me pone contento saber que tengo muchos discípulos. Estoy haciendo escuela”.
A esto el cancerbero de la Vinotinto atinó a decir, “me hubiese gustado más celebrar el triunfo de Venezuela que estar ahora hablando de mi gol con pelota detenida”.
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