Edgardo Broner: Bicentenario dudoso


Rescato esta columna del profesor Edgardo Broner sobre Venezuela y el Clásico de España.
Cuando varios países sudamericanos se preparan para sus celebrar 200 años de independencia de España, el fútbol globalizado invade televisores y mentes de todo el continente, que se paralizó durante dos horas para seguir el Real Madrid-Barcelona. En casi 200 países los ojos apuntaron al Bernabéu, por lo que no fue una actividad exclusiva de los antiguos virreinatos. Los colonizadores, que durante tres siglos cometieron todo tipo de desmanes para finalmente retirarse, nunca podrían haber imaginado que los habitantes de estas tierras iban a mirar hipnotizados, y sin resistencia, un acto de la corona.


La promesa de un espectáculo atractivo se componía de muchos factores, comenzando con los mejores futbolistas del mundo que visten las camisetas de esos clubes y lo decisivo del choque entre los dos punteros, que se caracterizan por un prometedor juego ofensivo. Las formidables imágenes de un escenario colorido y la impecable organización generan impactos positivos. Las familias se reunieron especialmente para verlo, como en los grandes acontecimientos.
 
Nada de ello sucedería sin el enorme espacio que los medios de comunicación le dedican permanentemente a ambos equipos. El colosal mercadeo ha llevado sus franelas a todas partes y mantiene los costos altísimos de esas nóminas, pero requiere que se difunda todo lo que sucede alrededor de sus estrellas. Las noticias trascienden lo deportivo y llenan hasta las páginas de farándula, que tuvieron sus ventas récord en los tiempos merengues de Beckham.
 
El fútbol español se pasea por las pantallas nacionales desde que en los ´70 Venezolana de Televisión lo transmitìa en blanco y negro. El público se fue identificando con algunos colores (aunque eran distintos tonos de grises), en momentos bajos del fútbol local, de una selección vapuleada y un torneo sin difusión. El crecimiento vinotinto del nuevo milenio abrió un espacio dentro de la invasión fortalecida y la gente recordó a través del deporte cuál era su tierra. Felizmente. 
 
La tradición del balompié de cada país marca la óptica con la que se enfoca cada Madrid-Barsa. Es uno de los grandes espectáculos del mundo, de los más esperados, y merece ser disfrutado intensamente. Sentirlo como algo propio y sufrir la derrota de un equipo de una ciudad ubicada a 10 mil kilómetros de la casa pone a tambalear la independencia, 200 años después de haberla conseguido.

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