Los 150 hijos de Juan Arango

Foto Luis Bravo
“¡Arrango, Arrango!”, gritan en las tribunas del Borussia Park, de Mönchengladbach con su acento alemán. Un disparo a tres dedos del dorsal 18, que terminó en gol, enloqueció al público, rendido ante la magia del crack del equipo. Va con sus compañeros y celebra. Juan Arango está en la cima.

Javier Meléndez tiene 12 años y es el menor de seis hermanos. Vive con su madre y su padrastro en El Muro, un caserío del municipio Baralt de la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, a 8.500 kilómetros de Alemania. Juega porque le gusta y  porque quiere ser como el zurdo de Maracay.

Es uno de los 150 jóvenes que desarrollan sus habilidades en la escuela de fútbol Juan Arango, dirigida por el cuñado del jugador, Adilson Tortolero, un hombre bonachón que llegó desde la industrial Valencia hasta la rural San José del Muro.


“Aquí me trajo mi hoy esposa, Damelis”, recuerda el hijo del primer venezolano en anotar en unas eliminatorias mundialistas —las de 1966—, Argenis Tortolero. “La conocí en Valencia, pero ella nació aquí. Me casé hace 17 años y aquí estoy, feliz”.

San José del Muro es un pequeño poblado, de no más de mil habitantes, perteneciente a la parroquia Rafael Urdaneta. Mientras los adultos trabajan (en el mejor de los casos) en Mene Grande, los muchachos estudian y juegan.

Un aviso en la vía a Concesión siete —El Muro, flecha a la derecha— lleva al empobrecido caserío, a tres  horas de camino de Maracaibo.

El estadio no destaca entre las casitas  que conforman   El Muro. De hecho, la entrada principal es un callejoncito de piedras y tierras en la que, con cuidado, puede pasar una camioneta.

Sin embargo, al ingresar, impresiona. El nombre del astro del Borussia Mönchengladbach le sonríe al visitante, además de un pequeño monolito que indica que fue construido por la Gobernación del Zulia en 2008.



Cuenta con pequeños cuartos separados, además de oficinas administrativas, baños y vestuarios que envidiaría cualquier estadio de alguna ciudad capital en Venezuela. Bien mantenido, Tortolero se ufana: “Este estadio está así por mí y la colaboración de los muchachos”.

El campo, quemado por el sol brutal que cae sobre la Costa Oriental del Lago —más de 32 grados sofocan el día de la entrevista, a las 2:00 de la tarde—, recibe algo de agua gracias a un sistema de riego que también sirve para refrescar a los muchachos.

Javier, el menor de la familia Meléndez, no se corta al momento de hablar. Sus compañeros son callados, sonríen ante la cámara, dan un par de palabras, pero hasta allí. Llegó hace poco a la escuela: “Vi a los muchachos jugando, hablé con Tortolero, le dije que quería jugar y jugué. Arango es mi ídolo”.

Utilizan uniforme vinotinto y blanco, que evocan los colores con los que más ha triunfado Juan, con los de Venezuela. Todos corren con alegría, pese al casi asfixiante clima.

Dagnali es una de las dos jóvenes que están en la práctica. Tiene 12 años y es sobrina —y ahijada— de Arango. Es hija de Adilson y hermana de Edilson.

Tiene buen fútbol en su pierna derecha, pero como su famoso tío no le gusta mucho hablar. Lo hace en el campo. “Me gusta mucho, me siento bien jugando”, dice.

De la escuela han salido futbolistas que han pisado la primera división de Venezuela con el Zulia FC, como Joel Infante y José Enciso. Tortolero espera que salgan más, sino de esta sede, de cualquiera de las otras diez que tiene la institución  en Venezuela.

“Son 2.700 los niños y jóvenes en todo el país que reciben ayuda”, apunta el director. “En Venezuela nos patrocina Empresas Polar  y en el Zulia  la gobernación a través del Instituto de Recreación y Deportes del estado (Irdez), pero Funidez nos ha olvidado”, acota, con un dejo de amargura, refiriéndose a la Fundación para el Rescate, Reparación, Mantenimiento, Cuido y Administración de las Instalaciones Deportivas del Zulia.

Una torre de iluminación se quemó después de un corto circuito; una de las cercas se cayó, los avisos están destruidos...  “Ya eso lo sabe la gente del Funidez, pero ellos alegan la falta de presupuesto. Son cosas mínimas, pero hay que arreglarlas a tiempo antes de que empeoren”.

“Este estadio lleva el nombre del mejor futbolista de la historia de Venezuela. Tienen que mirar para acá”, advierte Tortolero.

Es la casa de Javier, Dagnali y los hermanitos Álvarez, de Argenis Céspedes, Roxana Orozco y Yorge Barrueta... de los 150 hijos mureños de Juan Arango.

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