Y se logró, finalmente. Mucho nombre, mucho dinero, muchas estrellas y Argentina cayó ante el muro vinotinto. La organización venezolana continúa rindiendo dividendos: lo mostrado en la Copa América 2011 no es cuento.
Las primeras dos jornadas del premundial Brasil 2014 dejaron un leve sabor amargo bajo un gran manto de dulce para el conjunto que dirige César Farías. La planificación del entrenador dividió en dos al grupo para enfrentar a la altura de Quito y la selección ecuatoriana, y al calor portocruzano con el combinado albiceleste al frente.
Muchos criticaron el esquema del sucrense de llevar a la capital meridional un grupo "B" de jugadores, dejando al "A" (lo digo entrecomillado, más basado en la experiencia y jerarquía que en el sacrificio, que para todos es igual) en Maturín, bajo las órdenes de Marcos Mathías. Luego de trabajar por tres semanas en Mucuchíes, trabajando la adaptación al clima en Quito, el grupo cayó ante un dominador combinado tricolor.
Muchos criticaron que Farías dejara a "los caballos" como Arango, Rondón o Fedor, apelando a Seijas, Maldonado y Moreno como principales cartas: veo el fallo en la utilización de determinadas piezas como titulares, como Granados (muy lejos del nivel de seleccionado nacional, en un puesto que debe ser de Juan Fuenmayor por galones), Francisco Flores (no es el mismo líder de la sub 20 en Egipto) o Giácomo di Giorgi (formidable recambio para cerrar un partido, pero poco eficiente desde el "vamos" como jefe del mediocampo). Sin embargo, la estrategia fue la adecuada.
Se perdieron esos tres puntos ante la contundencia de hombres como Antonio Valencia, y las críticas llovieron sobre el seleccionador. La cercanía de Argentina, con Messi y compañía, hacia pensar en una goleada ante la Vinotinto.
Pero no. Muy lejos de eso.
Conversábamos con Amorebieta acerca de la dificultad de las eliminatorias suramericanas, comparadas con las europeas, y coincidía en que las de "este lado del charco" exigían más, no sólo por la calidad de los seleccionados (aquí no existen Lichteinstein, Georgia o San Marino), sino por el factor clima, que obliga a los técnicos a pensar más allá de planteamientos o sistemas.
Puerto La Cruz, el horno oriental, con el calor y la humedad de la costa venezolana, fue la trinchera de los "refrescados" jugadores venezolanos, el equipo de gala mostrado en la Copa América que sólo contó con el cambio puntual de Amorebieta por el lesionado Grenddy Perozo. El equipo de Alejandro Sabella (un novato en estas lides continentales, comparado con Farías), que venía de golear 4-1 a Chile en la fría Buenos Aires, se hundió apenas al bajarse del avión.
La serena locura de Renny Vega; la eficiencia de Roberto Rosales, la garra de Gabriel Cichero, el "cinturón de hierro vasco" conformado por las torres Vizcarrondo y Amorebieta; el guerrero Rincón con su escudero de lujo, Lucena; el sacrificado "Maestrico" González con el silencioso liderazgo de Juan Arango, culminado con los arietes Rondón y Fedor, fueron los escogidos por Farías para chocar ante la galaxia albiceleste.
Dominó Venezuela, ordenada, práctica, sin mucho adorno y con empuje sin par. Argentina no se halló: no fue la contundente contragolpeadora de la primera fecha. Chocó contra la altura de los centrales criollos y el cierre de Rincón y Lucena. Messi fue una barajita en el huracán vinotinto, sin respuesta, sin rumbo fijo, solo, desorientado. Amorebieta y Tomasito se encargaron de recordarle que si en Europa es protegido por los árbitros, en Suramérica la guerra se hace sin cuartel. Eso sí, con lealtad.
Arango inquietó la arquería defendida por Andújar con sus tiros libres, y uno de sus centros, de tiro de esquina, terminó en una palomita de Amorebieta, un cabezazo que significó el 1-0 que a la postre sería el definitivo.
Escuché a mi padre (que en fútbol es un neófito) decir que Amorebieta era en Venezuela lo que Puyol es para el Barcelona. Tiene su punto de razón, en cuanto a que el vasco le dio un plus al coraje y a la "malicia" necesaria para la defensa criolla. Más que un Puyol, es un Tomás Rincón con más estatura y en otro puesto. Vamos, de esos que necesitamos en cada posición.
Aunque para mí, como zuliano, es una lástima que Amorebieta le quite el puesto a Grenddy Perozo (todavía en recuperación), como venezolano me gusta tener a un futbolista como el del Athletic de Bilbao en nuestras filas. Sigo sin entender la convocatoria de Julio Álvarez, y ratifico la importancia de Frank Feltscher, del tren suizo, para terminar de matar los partidos.
Señoras y señores, niños y niñas, Venezuela dio el primer gran golpe de las eliminatorias. No será el último. Hay que tenerle mucha fe a este equipo.
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