La Conmebol, la Copa América, la Copa Libertadores de América...
Un ente rector conducido por dirigentes casi centenarios, enérgicos sólo por su estirpe, pero no por acciones.
Un torneo de selecciones que incluye a invitados de otras latitudes, de espacios distintos.
Una justa de clubes en la que una jornada dura dos semanas, en la que una ronda dura más de cuatro meses, en la que el interés se reduce por las diferencias entre fechas, con finales que se extienden (como hace más de cincuenta años) en idas y vueltas.
Una competición de clubes que vende su nombre al mejor postor y que, de paso, tiene un himno prestado, no propio (el último movimiento de la 9ª Sinfonía del alemán Beethoven).
¿Podrá avanzar el fútbol suramericano con la Conmebol como gran enemigo? Sólo la calidad de los jugadores, la garra de los técnicos y la historia de los clubes y países, ha mantenido al balompié continental en la palestra pública.
¿Es justo que en la Copa América estén presentes Japón y México? ¿O que en la Copa Libertadores, destinada originalmente a los clubes suramericanos, también jueguen equipos mexicanos? ¿Y que esa copa lleve el nombre de un banco español? ¿Que el Banco Santander, de España, patrocine un torneo que lleva el nombre de los Libertadores? A 200 años del comienzo de la lucha por la independencia, ¿no cambiamos una opresión por otra?
Miremos a los dirigentes: Nicolás Leoz, paraguayo. Estampa del caudillo suramericano, no por joven ni por tener nuevas ideas, sino por ser un apasionado de su cargo: no lo dejará jamás. Julio Humberto Grondona, Rafael Esquivel... ¿Estamos contentos con esos conductores?
Es imposible evitar las comparaciones con Europa. En organización, el Viejo Continente nos da muchas lecciones. Si no, veamos la rentabilidad de la Liga de Campeones, de la continuidad en los juegos de la ronda de grupos y, luego de la pausa de invierno, de los de la ronda de partidos de eliminación directa. Nos llenan la vista con la publicidad, el interés de la televisión, los programas sobre el torneo. La final a partido único es una jornada que paraliza al mundo.
¿Y los conductores? Michel Platini, ex futbolista, que lo ganó casi todo como jugador, es el que conduce a la Uefa. ¿Quién ganará en una comparación entre él y Nicolás Leoz?
Comenzó la Libertadores de forma traumática para Venezuela: cuando se anunciaba al Caracas como cabeza de grupo, apareció el Táchira. Luego de distribuidos los grupos, se darían cuenta del error: rojos y aurinegros modificaron sus destinos. Y, para colmo, ninguno de los equipos conoce a su rival, porque hay que esperar a que culminen los torneos locales para ver quién es Chile 1, Chile 2 o Argentina 3.
Ésta es nuestra realidad. ¿Podremos cambiarla algún día?
Un ente rector conducido por dirigentes casi centenarios, enérgicos sólo por su estirpe, pero no por acciones.
Un torneo de selecciones que incluye a invitados de otras latitudes, de espacios distintos.
Una justa de clubes en la que una jornada dura dos semanas, en la que una ronda dura más de cuatro meses, en la que el interés se reduce por las diferencias entre fechas, con finales que se extienden (como hace más de cincuenta años) en idas y vueltas.
Una competición de clubes que vende su nombre al mejor postor y que, de paso, tiene un himno prestado, no propio (el último movimiento de la 9ª Sinfonía del alemán Beethoven).
¿Podrá avanzar el fútbol suramericano con la Conmebol como gran enemigo? Sólo la calidad de los jugadores, la garra de los técnicos y la historia de los clubes y países, ha mantenido al balompié continental en la palestra pública.
¿Es justo que en la Copa América estén presentes Japón y México? ¿O que en la Copa Libertadores, destinada originalmente a los clubes suramericanos, también jueguen equipos mexicanos? ¿Y que esa copa lleve el nombre de un banco español? ¿Que el Banco Santander, de España, patrocine un torneo que lleva el nombre de los Libertadores? A 200 años del comienzo de la lucha por la independencia, ¿no cambiamos una opresión por otra?
Miremos a los dirigentes: Nicolás Leoz, paraguayo. Estampa del caudillo suramericano, no por joven ni por tener nuevas ideas, sino por ser un apasionado de su cargo: no lo dejará jamás. Julio Humberto Grondona, Rafael Esquivel... ¿Estamos contentos con esos conductores?
Es imposible evitar las comparaciones con Europa. En organización, el Viejo Continente nos da muchas lecciones. Si no, veamos la rentabilidad de la Liga de Campeones, de la continuidad en los juegos de la ronda de grupos y, luego de la pausa de invierno, de los de la ronda de partidos de eliminación directa. Nos llenan la vista con la publicidad, el interés de la televisión, los programas sobre el torneo. La final a partido único es una jornada que paraliza al mundo.
¿Y los conductores? Michel Platini, ex futbolista, que lo ganó casi todo como jugador, es el que conduce a la Uefa. ¿Quién ganará en una comparación entre él y Nicolás Leoz?
Comenzó la Libertadores de forma traumática para Venezuela: cuando se anunciaba al Caracas como cabeza de grupo, apareció el Táchira. Luego de distribuidos los grupos, se darían cuenta del error: rojos y aurinegros modificaron sus destinos. Y, para colmo, ninguno de los equipos conoce a su rival, porque hay que esperar a que culminen los torneos locales para ver quién es Chile 1, Chile 2 o Argentina 3.
Ésta es nuestra realidad. ¿Podremos cambiarla algún día?
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