Jennifer descansó




Edwin Valero mató a su mujer, Jennifer Viera. Finalmente. Luego de tantos golpes y maltratos, gritos y patadas, Jennifer descansó.

Fue el final de la existencia de alguien que sólo estuvo allí, sufriendo, porque no sabía qué más hacer.

Valero mató a su mujer. Todavía recordamos la última imagen de los dos saliendo del hospital, cuando él la tomaba de la mano izquierda. Jennifer se retrasaba un poco, como si no quisiera ir al matadero. Edwin, resoluto, apoyado hacia al frente, la arrastraba hacia un destino anunciado.

A Jennifer no le dio tiempo despedirse. O bien ya se estaba despidiendo desde hace tiempo atrás. Nunca se le escuchó hablar. Sólo su imagen de niña de pueblo, acompañando al súper héroe después de cada combate, con sus niños en brazos, es la que parece decir: "Me van a matar".

Todos lo vimos, aún cuando el crimen sucedió en la lujosa habitación de un hotel. Todos sabíamos que sucedería. Nadie hizo nada, salvo la brava doctora que se llevó a Jennifer para salvarle la vida. Hoy, la callada Jennifer no hablará más.

Odio eterno a los asesinos, no sólo al animal que la golpeaba, sino también al padre y madre que callaron y defendieron no a la mujer que era sangre de su sangre, sino al imbécil que la destrozó. Todo por un par de monedas.

¿Qué queda? Que, después de todo, Valero cumpla con su pena o más y que los padres de Jennifer sean felices por lo que lograron. ¿Qué queda? Pensar en los hijos que sobrevivieron y recordar que todos fuimos espectadores de una muerte que ya estaba escrita.

Comentarios

  1. No conocí el caso porque no me gusta leer sobre este tipo de noticias, pero me perturba, me entristece, me enoja la conclusión de esta historia; con la aclaración que le das en tu escrito me dejas pensando en las tantas veces que somos inmensamente impotentes ante este tipo de hechos, donde quisiéramos hacer más, pero parece que las leyes o la sociedad no nos dejan llegar más allá.

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