Eliminatorias: Venezuela, la piedra en el zapato

Wuilker Faríñez tuvo siete intervenciones ante Argentina. Foto AFP
“Los tres puntos regalados por la Conmebol”. La frase que le endilgaban a Venezuela quedó convertida en una ironía, hiriente, para los rivales que aún llegan confiados a enfrentar a los criollos. Colombia y Argentina sufrieron, ante la Vinotinto, perder dos unidades en su desesperado camino al Mundial de Rusia 2018.

El conjunto de Rafael Dudamel, compacto y corajudo, emboscó a colombianos y argentinos, logrando sendos empates 0-0 y 1-1 en las jornadas 15 y 16 de las eliminatorias. El portero Wuilker Faríñez se erigió en el héroe con sus intervenciones en Pueblo Nuevo y el Monumental de Buenos Aires.

Aunque últimos y eliminados en el premundial, los venezolanos jugaron como si fuese el último partido de sus vidas.

Con 19 años, el guardameta caraqueño frustró a atacantes de talla mundial como Lionel Messi y Radamel Falcao García. Ninguno pudo guiar al triunfo a su equipo, estrellado ante el muro del Caracas FC.

“Los adjetivos se quedan cortos, es el mejor arquero del país y el mejor del mundo en su categoría”, resumió el técnico Dudamel, en la rueda de prensa en la capital argentina. “Está creciendo. Esperemos que su club y su agente en los próximos meses hagan lo correcto para que en el exterior esté bien”.

Seis tapadas contra Colombia –incluyendo un cabezazo de Falcao, potente, al que respondió acrobáticamente- y siete ante Argentina –un fusilazo de Messi en el que se lanzó hacia su derecha para evitar el gol, fue el más especial-, le agregaron unos centímetros más al pedestal que ya tiene armado Faríñez.

La actuación del venezolano generó todo tipo de elogios, pero hubo uno fuera de lote: el de René Higuita. El mítico arquero colombiano, mientras veía el Argentina-Venezuela, tuiteó: “Los venezolanos tienen arquero para mucho rato, qué bien por el chamo, qué condiciones tiene”.

Pero más allá del arco, Venezuela mostró un equipo corajudo, con mucho físico en el mediocampo, bien por lo alto en la defensa y esforzado en el frente. Le faltó generación de jugada, pero la única importante que tuvo terminó en gol.

Sergio Córdova tomó la pelota desde el medio hacia el frente y envió un pase al fondo a Jhon Murillo, que resolvió con maestría, por encima de la humanidad de Sergio Romero, para el gol venezolano al minuto 50.

En el fondo, con una Argentina desesperada y lanzada al frente, el gol del empate llegó con una arrancada de Marcos Acuña por la izquierda. El centro pegó en Rolf Feltscher y entró, el cuchillazo accidental que rompió el invicto de Faríñez. 

Rafael Dudamel, DT de Venezuela. Foto AFP


La albiceleste es un mar de lágrimas. Quintos, ubicados en el repechaje sudamericano con 24 puntos, deberán jugarse su clasificación en octubre, enfrentando a Perú y Ecuador, selecciones que aún tienen vida en el premundial.

El elenco de Jorge Sampaoli mantiene la tónica de todo el torneo, con un Messi solitario, sin apoyo en el ataque, engullido por el rival. Aunque tuvo destellos ante Venezuela, no logró el gol. Mauro Icardi, sustituto de Gonzalo Higuaín en el plantel, estuvo lejos de la diana. Ángel Di María volvió a salir lesionado.

La preocupación y el drama se acumulan en la nación sureña.

“Estamos más complicados”, reconoció Sampaoli, que asumió el timón tras la salida de Edgardo Bauza, el DT que salió de Mérida con un empate a dos. “Dejamos pasar una posibilidad muy importante, estábamos muy ilusionados en ganarlo. Esto es fútbol y se sabe que puede pasar. Con la calidad de jugadores que tenemos y con once chances claras para convertir, puede pasar que nos confunda cuando el rival llega una vez y te convierte (…) Te enoja un poco ser tan superior y no poder ganar en una etapa tan importante”.

Dudamel fue más directo: “(El empate) vale mucho, sobre todo por la calidad del rival. Salió como lo trabajamos y lo habíamos visto, no solo desde lo deportivo, sino de lo emocional ante un rival angustiado”.

Sin presión, Venezuela logró su objetivo: aunque eliminado, convertirse en la piedra en el zapato del gigante. Con presión, Argentina mueve los brazos desesperadamente para no ahogarse.

Y se sigue ahogando.

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