Hay un venezolano en esta foto. Un grupo salta, festejando una victoria, y hay un venezolano en ese grupo. ¿Cómo hizo para llegar allí?
Liga de Campeones de Europa. Cuartos de final. Juventus de Turín. Victoria sobre el FC Barcelona. Goleada a casa llena, un 3-0 inapelable. Y Tomás Rincón entró a ayudar a cerrar el triunfo.
El camino de Venezuela en el fútbol, aunque es antiguo, siempre es más corto y fangoso que el del resto de los países de Sudamérica. Apenas entró a jugar torneos internacionales a mediados del siglo XX, tanto de selecciones como de clubes. Y sus jugadores, los poquísimos que salieron al exterior, nunca pudieron establecerse. Falta de adaptación, indisciplina, incomodidad. Algo pasó.
Solo con Juan Arango, ya comenzado el siglo XXI, comenzaron a verse con buenos ojos los pasos de un jugador venezolano en el exterior. Pueden nombrar actuaciones fugaces, o a futbolistas que por pasaporte lo tuvieron más fácil para figurar. Pero Arango, en un club de mitad de tabla como el Mallorca, comenzó a hacer valer la nacionalidad venezolana en un torneo de peso como el español. "Salió en una foto jugando contra el Madrid", primero. "Le marcó unos golazos a la Real Sociedad", luego. "Ufff, le anotó al Madrid, al Barcelona".
Luego dio el salto a Alemania. "No se adaptará, le cuesta hablar en español, ¿qué va a hacer en alemán? Hasta el clima le va a pegar...".
BOOM.
Un golazo, dos golazos. Unos tiros libres que desafiaban la física. Una asistencia. El liderazgo. La pausa. Arango con el Mönchengladbach se convirtió en el gran Arango. Hasta le salieron unos "Testigos de Arango". Habráse visto. Un venezolano.
¿Y por casualidad, de ese país del que salió Arango... no saldrán otros jugadores?
Y salieron. Muchos más. Unos triunfaron, otros están en camino de hacerlo. Mientras Uruguay, Brasil y Argentina pulían sus copas del mundo, Colombia pasaba a mundiales, Chile, Paraguay, Ecuador... Venezuela celebraba que un puñado de sus jugadores comenzaba a salir al fútbol internacional.
Y todavía esperamos ir al Mundial.
Tomás Rincón siguió la estela de Arango. Producto del fútbol venezolano, de la Tierra Santa llamado estado Táchira. Luchó para aparecer en el UAM, despuntó con Zamora y Táchira. Y dio el salto a Alemania.
"Le va a costar. Si al menos se hubiese ido a España...".
BOOM.
Peleó, se sacrificó, impuso su jerarquía partido a partido con el Hamburgo. "¿Viste lo que hizo contra el Bayern? Marcó a Robben", decían en Venezuela. Lo veían por televisión. Allí estaba el ejemplo. "Si él está allí, ¿por qué yo no?".
Dio el paso a Italia, con el Genoa. Equipo de mitad de tabla. Y despuntó. Contra Inter, Roma, Milan... Juventus.
Lo vieron en la Juventus. La "Vecchia Signora". Un club ganador, de tradición. Y les gustó. El venezolano, el gochito, les gustó.
Allí está.
¿Cuántos más llegarán? ¿Cuántos más resistirán? ¿Cuántos más triunfarán?
Ya no es Arango, ya no es Rincón. Ya es el fútbol venezolano, su historia presente y futura, las que están en juego en los campos de Europa.
Liga de Campeones de Europa. Cuartos de final. Juventus de Turín. Victoria sobre el FC Barcelona. Goleada a casa llena, un 3-0 inapelable. Y Tomás Rincón entró a ayudar a cerrar el triunfo.
El camino de Venezuela en el fútbol, aunque es antiguo, siempre es más corto y fangoso que el del resto de los países de Sudamérica. Apenas entró a jugar torneos internacionales a mediados del siglo XX, tanto de selecciones como de clubes. Y sus jugadores, los poquísimos que salieron al exterior, nunca pudieron establecerse. Falta de adaptación, indisciplina, incomodidad. Algo pasó.
Solo con Juan Arango, ya comenzado el siglo XXI, comenzaron a verse con buenos ojos los pasos de un jugador venezolano en el exterior. Pueden nombrar actuaciones fugaces, o a futbolistas que por pasaporte lo tuvieron más fácil para figurar. Pero Arango, en un club de mitad de tabla como el Mallorca, comenzó a hacer valer la nacionalidad venezolana en un torneo de peso como el español. "Salió en una foto jugando contra el Madrid", primero. "Le marcó unos golazos a la Real Sociedad", luego. "Ufff, le anotó al Madrid, al Barcelona".
Luego dio el salto a Alemania. "No se adaptará, le cuesta hablar en español, ¿qué va a hacer en alemán? Hasta el clima le va a pegar...".
BOOM.
Un golazo, dos golazos. Unos tiros libres que desafiaban la física. Una asistencia. El liderazgo. La pausa. Arango con el Mönchengladbach se convirtió en el gran Arango. Hasta le salieron unos "Testigos de Arango". Habráse visto. Un venezolano.
¿Y por casualidad, de ese país del que salió Arango... no saldrán otros jugadores?
Y salieron. Muchos más. Unos triunfaron, otros están en camino de hacerlo. Mientras Uruguay, Brasil y Argentina pulían sus copas del mundo, Colombia pasaba a mundiales, Chile, Paraguay, Ecuador... Venezuela celebraba que un puñado de sus jugadores comenzaba a salir al fútbol internacional.
Y todavía esperamos ir al Mundial.
Tomás Rincón siguió la estela de Arango. Producto del fútbol venezolano, de la Tierra Santa llamado estado Táchira. Luchó para aparecer en el UAM, despuntó con Zamora y Táchira. Y dio el salto a Alemania.
"Le va a costar. Si al menos se hubiese ido a España...".
BOOM.
Peleó, se sacrificó, impuso su jerarquía partido a partido con el Hamburgo. "¿Viste lo que hizo contra el Bayern? Marcó a Robben", decían en Venezuela. Lo veían por televisión. Allí estaba el ejemplo. "Si él está allí, ¿por qué yo no?".
Dio el paso a Italia, con el Genoa. Equipo de mitad de tabla. Y despuntó. Contra Inter, Roma, Milan... Juventus.
Lo vieron en la Juventus. La "Vecchia Signora". Un club ganador, de tradición. Y les gustó. El venezolano, el gochito, les gustó.
Allí está.
¿Cuántos más llegarán? ¿Cuántos más resistirán? ¿Cuántos más triunfarán?
Ya no es Arango, ya no es Rincón. Ya es el fútbol venezolano, su historia presente y futura, las que están en juego en los campos de Europa.
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