En 1986, Diego Armando Maradona levantó el dorado trofeo frente al desencajado rostro de Lothar Matthäus. En 1990, el germano le devolvió la moneda de la tristeza al gaucho. En 2014, en la tercera parte del clásico entre Alemania y Argentina, sus herederos lucharán por la gloria: Thomas Müller y Lionel Messi, cara a cara, en la final de la Copa del Mundo de Brasil.
El marco es el legendario estadio Maracaná, de Río de Janeiro, que presenciará algo nunca visto: cómo un europeo o el eterno rival suramericano festejan en el pasto que regaron de orgullo Pelé, Garrincha, Rivelino, Zico, Romario, Ronaldo y otros grandes.
La mayor pesadilla de Brasil, la mayor pesadilla de Suramérica, pero el sueño máximo de alemanes y argentinos. Cosas del destino.
Frente a frente, los dos mejores equipos del torneo, o al menos los que hicieron mejor las cosas. La escuadra teutona conquistó el grupo G con sendos triunfos sobre Portugal (4-0) y Estados Unidos (1-0), además de un empate contra Ghana (2-2); luego dejó en el camino a Argelia (2-1), Francia (1-0) y Brasil, con goleada incluida para el anfitrión, por un inolvidable 7-1. Müller, con cinco tantos, encabeza al conjunto que dirige Joachim Löw.
Argentina sufrió, pero terminó venciendo en todos sus cotejos del grupo F: Bosnia (2-1), Irán (1-0) y Nigeria (3-2) bajaron la cabeza ante Messi y compañía; en la segunda ronda, los hombres de Alejandro Sabella se deshicieron de Suiza (1-0), Bélgica (1-0) y Holanda (4-2 en penales, 0-0 en el reglamentario).
El “10” albiceleste, cuatro veces Balón de Oro, acumula cuatro dianas.
“Argentina va a querer el balón y luego atacar”, apuntó Löw, en la rueda de prensa previa al compromiso. “Tenemos la confianza necesaria y sabemos la fortaleza de Argentina. Tenemos respeto pero si podemos mantener nuestro nivel podremos lograrlo”.
“Nos hemos metido en la final; es un momento histórico”, destacó Sabella, también en conferencia de prensa. “Aunque jugamos 30 minutos más esta noche (de la semifinal), plantearemos el partido con humildad. Pero estamos seguros de que podemos ganar”.
La gloria espera a uno de los dos gigantes. El planeta será testigo de una lucha épica, una guerra total.
El marco es el legendario estadio Maracaná, de Río de Janeiro, que presenciará algo nunca visto: cómo un europeo o el eterno rival suramericano festejan en el pasto que regaron de orgullo Pelé, Garrincha, Rivelino, Zico, Romario, Ronaldo y otros grandes.
La mayor pesadilla de Brasil, la mayor pesadilla de Suramérica, pero el sueño máximo de alemanes y argentinos. Cosas del destino.
Frente a frente, los dos mejores equipos del torneo, o al menos los que hicieron mejor las cosas. La escuadra teutona conquistó el grupo G con sendos triunfos sobre Portugal (4-0) y Estados Unidos (1-0), además de un empate contra Ghana (2-2); luego dejó en el camino a Argelia (2-1), Francia (1-0) y Brasil, con goleada incluida para el anfitrión, por un inolvidable 7-1. Müller, con cinco tantos, encabeza al conjunto que dirige Joachim Löw.
Argentina sufrió, pero terminó venciendo en todos sus cotejos del grupo F: Bosnia (2-1), Irán (1-0) y Nigeria (3-2) bajaron la cabeza ante Messi y compañía; en la segunda ronda, los hombres de Alejandro Sabella se deshicieron de Suiza (1-0), Bélgica (1-0) y Holanda (4-2 en penales, 0-0 en el reglamentario).
El “10” albiceleste, cuatro veces Balón de Oro, acumula cuatro dianas.
“Argentina va a querer el balón y luego atacar”, apuntó Löw, en la rueda de prensa previa al compromiso. “Tenemos la confianza necesaria y sabemos la fortaleza de Argentina. Tenemos respeto pero si podemos mantener nuestro nivel podremos lograrlo”.
“Nos hemos metido en la final; es un momento histórico”, destacó Sabella, también en conferencia de prensa. “Aunque jugamos 30 minutos más esta noche (de la semifinal), plantearemos el partido con humildad. Pero estamos seguros de que podemos ganar”.
La gloria espera a uno de los dos gigantes. El planeta será testigo de una lucha épica, una guerra total.
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