“Para degustar el plato típico de Hong Kong, nos llevaron a un restaurant y había culebras en una pecera gigante. Teníamos que elegir las culebras que nos comeríamos, y luego las cocinaban”. Con 22 años, Fernando de Ornelas afrontaba su primera experiencia como futbolista en el exterior.
La antigua colonia británica en Asia recibía al delantero caraqueño con un plato impensable para cualquier habitante del hemisferio occidental. “¡Sacan la culebra, la degollan en frente de uno, pican la culebra y la fríen, tal cual pollo frito. Sabe a pollo. Yo me comí un pedacito porque, olvídate: en tu cabeza está que te estás comiendo una culebra”.
El jugador más internacional de Venezuela comenzaba su aventura en el exterior con el Happy Valley. Hizo de Marco Polo, el gran explorador y mercader veneciano del siglo XIV, que recorrió Asia descubriendo su exoticidad. Desde Hong Kong hasta Noruega, pasando por China, Chipre, Alemania, Inglaterra, Escocia y Eslovenia, De Ornelas desplegó sacrificio y goles con aroma a vinotinto.
“Hong Kong fue primer país al que llegué en el exterior”, en 1998, rememora el hoy técnico en Noruega. “Llegué por medio de un entrenador brasileño que nos condujo en el Deportivo Chacao, Casimiro Mior. A él lo contrató uno de los equipos más importantes de Hong Kong. Necesitaba un delantero y me llamó. Ese fue el primer país”.
Solo sabía español y portugués. Sufrió De Ornelas: “Lo primero fue el idioma. Uno sabía lo básico del inglés que enseñan en las escuelas de Venezuela. Fue un desafío tremendo. Los primeros meses era prácticamente McDonalds todo el tiempo. Aprender inglés de oído, vivir solo por primera vez, con una vida sin mis padres. El portugués lo hablaba por mi papá. Eso fue lo que marcó bastante mi primera estadía en Hong Kong. Allá se habla cantonés e inglés, por haber sido colonia británica”.
“La gente es bastante cómica. Ellos ven un extranjero, porque uno no sabe su idioma y ellos lo que hacen es reírse todo el tiempo”.
En la alimentación no se atrevió a probar otros platos hongkoneses. “Perro no llegué a comer, ni gato. Se comen los chimpancés chiquitos, le parten la cabeza y se comen lo de adentro. Uno tiene que respetar eso. También tienen la costumbre de tirarse un eructo en la mesa, porque eso significa que la comida es excelente”.
En Hong Kong militó, en etapas distintas, en el Valley y el South China. En Asia también jugó en el gigante continental, China, con el Gansu Tianma en 2002.
“Donde llegamos estuve con el inglés Paul Gascoigne. Vivimos cosas tremendas. No existía el McDonalds en la ciudad donde estábamos. Lo único conocido era Kentucky Fried Chicken y todo era picante. Luego, nos recomendaron vivir en un hotel porque los apartamentos eran muy cochinos. Nos asignaron un hotel cinco estrellas”.
El inglés, genial delantero en el campo y de difícil vivir fuera de él, no aguantó mucho en el equipo.
“Gascoigne duró dos meses en China. Lo que pasa es que al mes de nuestra llegada a China llegó el virus del pollo y todo el mundo andaba con máscaras. Fue un choque para nosotros porque se paró el campeonato, la cantidad de muertos era alta y la contaminación se iba por el aire. Empezó el miedo, y no nos pagaban porque no había partidos. El primero que se fue, Gascoigne. Dijo que tenía que hacer unas diligencias en Inglaterra, se fue y no volvió”.
“Gazza” no se apartó de sus costumbres etílicas que hoy lo mantienen en la miseria. “Gascoigne era una persona excelente en la cancha. Fuera, como todos saben, tenía una lucha tremenda con el alcohol. Tratamos de ayudarle. Como se dice en criollo, él se echaba sus palos, pero con sus agentes y amigos. Nosotros nos quedábamos en el cuarto”.
Del oriente a la experiencia occidental: Alemania, Inglaterra, Escocia, Portugal, Chipre. Pero la impresión más grande de De Ornelas fue el vivir en Asia, como un explorador vinotinto, como el Marco Polo del fútbol venezolano.
El primer venezolano en llegar a Chipre
Occidente también ofreció nuevas experiencias a De Ornelas. Fichó por el Olympiakos Nicosia chipriota en 2004, luego de pasar por el Nüremberg alemán.
“Fui el primer venezolano en llegar a Chipre. Nosotros la comparábamos con Margarita. El clima nos trató a nosotros excelentemente. No había el frío alemán: cuando hacía, llegaba a 19 grados. En Chipre me estabilicé como jugador, asumí titularidad y regresé a la selección. Lo más importante fue el nacimiento de mi primer hijo. Aprendí pocas cosas en el idioma chipriota. Lo que más se habla es el griego”.
Al pasar al Marítimo despertó religiosamente. “En Portugal conocimos al señor Jesús. Fue estando en el Marítimo. Leímos la historia de Mario Jardel, el exdelantero brasileño. Me sentí muy identificado, porque era el antes y después. Antes era parrandero, discotequero, fumaba. Luego cambió, empecé a leer lo que logró el Señor en su vida. Yo quería experimentar eso”.
“En Marítimo jugué con Pepe, que está hoy en el Madrid. Lo llevaba a los entrenamientos, le dábamos la cola. Él vivía en la casa club y yo en un edificio que estaba cerca. Los llevábamos al entrenamiento, a él y a Danny Alves. Pepe surgió cuando le dieron la oportunidad de jugar en el mediocampo. Agarró un poquito más de roce. Del Marítimo llegó al Oporto, donde jugaba de central. Es tremendo lo que hace el fútbol”.
“El Celtic es el equipo más importante donde estuve”, dice, recordando su paso por Escocia. “Pude estar al lado de jugadores como Henrik Larsson, Ian Wright, tuve a John Barnes como técnico, y luego a Kenny Dalglish. Conocí a Mark Viduka, Paul Lambert”.
Hoy vive en Noruega, donde jugó desde 2009. Dirige al Uraed FK, en las categorías inferiores del balompié, y en sus ratos libres es pastor de una iglesia cristiana. “Nos sentimos en casa. Noruega nos abrió las puertas. Nos sentimos como en casa. En Venezuela nacimos, es nuestra sangre, pero después de tanto tiempo de vivir fuera y volver en 2009 fue un choque en el estilo de vida. Hicimos el sacrificio de regresar a Noruega, por el futuro de nuestros hijos”.
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