El corazón de Carles Rexach debe tener los colores azul y rojo más marcados que el de cualquiera. En sus arterias, en cada hueso, cada minúsculo nervio, todo debe clamar ¡Barsa, Barsa, Baaaarsaaaaa..!Cuarenta y cuatro años pasó en la institución catalana, pero toda su vida, sus 61 años de edad, han sido para el FC Barcelona desde que vio la luz hasta ahora, cuando sus cabellos son plateados.
Su vida en azulgrana: jugador desde 1965 hasta 1981 (638 partidos oficiales, segundo en la historia del club), campeón goleador en 1971 (17 tantos), una liga (1973-74), una recopa de Europa (1979) y cuatro copas del Rey, asistente de Johan Cruyff en el Dream Team ganador de una copa europea (1992), cuatro ligas, tres supercopas de España y una copa del Rey. Director técnico, secretario deportivo y ojeador.
El acento catalán lo tiene “El noi (chico) de Pedralbes” desde la primera consonante hasta la última, pasando por todas las vocales. Así lo escuchó PANORAMA en su conversación telefónica con el histórico, en la que hizo un repaso sobre su vida.
—¿Cómo llegó usted al club?
—En aquella época jugaba en un colegio y uno de esos scouts me vieron jugar con 12 años, preguntándome si quería jugar en el Barcelona. Hablaron con mi padre y él, encantado. Estuve en algunos partidos, entrené, y allí me quedé.
—¿Cómo fue el estar con los genios de aquellos tiempos?
—Yo vivo muy cerca del campo del Barcelona. Era la época de Kubala, de Kocsis, de Evaristo, de Suárez, Czibor... Yo, con 12 años, veía jugar y entrenar a todas estas estrellas. Les pedía autógrafos de vez en cuando. Son todas esas cosas que me han quedado desde pequeño.
—¿Cuál fue el momento más dulce?
—Creo que el día más espectacular para mí fue mi debut. Con 18 años consigo debutar y marcar en el primer equipo del Barcelona, que era el sueño de mi vida hecho realidad. A partir de aquí, todas las puertas se me abren. Luego fui quemando etapas y etapas, pero ese día nunca lo olvidaré.
—Quedó usted pichichi en 1971...
—Yo jugaba de delantero, pero siempre un poco pegado a la banda, de extremo. Creo que por mis características me iba mejor jugar en el medio, de delantero centro, interior... pero en aquella época estaba Sotil, el peruano; Cruyff, Neeskens, Heredia, que era argentino, y entonces, de alguna manera, me tenía que ubicar en esas demarcaciones. Tenía un buen chute y, en aquella temporada, terminé con 17 goles en 30 juegos. Fue una buena media, pero era complicado hacer goles por mi posición.
—¿Cuál fue el entrenador que más le marcó?
—Creo que el que más influyó en mí fue Rinus Michels. Cambió un poquito el concepto futbolístico de aquel entonces, con un fútbol más completo, más total.
—¿Qué recuerda del Dream Team?
—Aquel era un equipo nuevo. El Barcelona venía de muchos problemas. Con la entrada de Cruyff y yo se dió una baja de 15 o 16 jugadores. Eso creo muchas expectativas. Los fichajes salieron buenos, la gente respondió y luego tuvimos muchos grandes éxitos.
—Aquel equipo, ¿era un grupo o individualidades?
—Era un equipo. Teníamos a Ronald Koeman, Hristo Stoichkov, Michael Laudrup como los extranjeros. Los locales eran Andoni Zubizarreta, Josep Guardiola... Era un equipo bastante compensado.
—¿Qué significa para usted el Barcelona?
—Para mí, el Barcelona representa casi toda mi vida. Cuando uno es pequeño, el sueño es jugar en el Barcelona. He tocado un poquito cada puesto: en el infantil, juvenil, el primer equipo, segundo entrenador, primer entrenador, secretario técnico... He pasado por todas las fases que se puede pasar en un equipo, y esto es gratificante. El Barcelona es mi segunda vida.
—Del fútbol, ¿con qué se queda?
—Me parece que lo más bonito de todo es jugar. Cuando haces de técnico, de entrenador, o cualquier otra cosa, siempre estás a expensas de lo que hacen los demás.
Su vida en azulgrana: jugador desde 1965 hasta 1981 (638 partidos oficiales, segundo en la historia del club), campeón goleador en 1971 (17 tantos), una liga (1973-74), una recopa de Europa (1979) y cuatro copas del Rey, asistente de Johan Cruyff en el Dream Team ganador de una copa europea (1992), cuatro ligas, tres supercopas de España y una copa del Rey. Director técnico, secretario deportivo y ojeador.
El acento catalán lo tiene “El noi (chico) de Pedralbes” desde la primera consonante hasta la última, pasando por todas las vocales. Así lo escuchó PANORAMA en su conversación telefónica con el histórico, en la que hizo un repaso sobre su vida.
—¿Cómo llegó usted al club?
—En aquella época jugaba en un colegio y uno de esos scouts me vieron jugar con 12 años, preguntándome si quería jugar en el Barcelona. Hablaron con mi padre y él, encantado. Estuve en algunos partidos, entrené, y allí me quedé.
—¿Cómo fue el estar con los genios de aquellos tiempos?
—Yo vivo muy cerca del campo del Barcelona. Era la época de Kubala, de Kocsis, de Evaristo, de Suárez, Czibor... Yo, con 12 años, veía jugar y entrenar a todas estas estrellas. Les pedía autógrafos de vez en cuando. Son todas esas cosas que me han quedado desde pequeño.
—¿Cuál fue el momento más dulce?
—Creo que el día más espectacular para mí fue mi debut. Con 18 años consigo debutar y marcar en el primer equipo del Barcelona, que era el sueño de mi vida hecho realidad. A partir de aquí, todas las puertas se me abren. Luego fui quemando etapas y etapas, pero ese día nunca lo olvidaré.
—Quedó usted pichichi en 1971...
—Yo jugaba de delantero, pero siempre un poco pegado a la banda, de extremo. Creo que por mis características me iba mejor jugar en el medio, de delantero centro, interior... pero en aquella época estaba Sotil, el peruano; Cruyff, Neeskens, Heredia, que era argentino, y entonces, de alguna manera, me tenía que ubicar en esas demarcaciones. Tenía un buen chute y, en aquella temporada, terminé con 17 goles en 30 juegos. Fue una buena media, pero era complicado hacer goles por mi posición.
—¿Cuál fue el entrenador que más le marcó?
—Creo que el que más influyó en mí fue Rinus Michels. Cambió un poquito el concepto futbolístico de aquel entonces, con un fútbol más completo, más total.
—¿Qué recuerda del Dream Team?
—Aquel era un equipo nuevo. El Barcelona venía de muchos problemas. Con la entrada de Cruyff y yo se dió una baja de 15 o 16 jugadores. Eso creo muchas expectativas. Los fichajes salieron buenos, la gente respondió y luego tuvimos muchos grandes éxitos.
—Aquel equipo, ¿era un grupo o individualidades?
—Era un equipo. Teníamos a Ronald Koeman, Hristo Stoichkov, Michael Laudrup como los extranjeros. Los locales eran Andoni Zubizarreta, Josep Guardiola... Era un equipo bastante compensado.
—¿Qué significa para usted el Barcelona?
—Para mí, el Barcelona representa casi toda mi vida. Cuando uno es pequeño, el sueño es jugar en el Barcelona. He tocado un poquito cada puesto: en el infantil, juvenil, el primer equipo, segundo entrenador, primer entrenador, secretario técnico... He pasado por todas las fases que se puede pasar en un equipo, y esto es gratificante. El Barcelona es mi segunda vida.
—Del fútbol, ¿con qué se queda?
—Me parece que lo más bonito de todo es jugar. Cuando haces de técnico, de entrenador, o cualquier otra cosa, siempre estás a expensas de lo que hacen los demás.
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