Herbert Márquez, un rebelde ante la adversidad

Nuestra cuarta entrega de Martes de Gloria, dedicada a las Glorias del fútbol venezolano. Seguimos con Herbert Márquez, uno de los grandes cabeceadores criollos. 

Un balón que chocara contra su frente era sinónimo de gol. Y así se lo probó a la Argentina, futura campeona del mundial de 1986, Herbert Márquez, aquel muchacho de 21 años, flaco y de cuello estirado.

“Emilio Campos me lanzó un centro de tiro libre, de semi córner. Salté detrás de Enzo Trossero y Daniel Passarella, y le metí el balón a Ubaldo Fillol. Fue la locura, yo con un año de profesional y le hice un gol a Argentina”, recordó el portocruzano, nacido en 1964.

Aquel 3-2 de la albiceleste de Diego Maradona, que marcó par de goles, y de Passarella, que hizo uno, puso a vibrar a los nacionales el 16 de mayo de 1985, que habían empatado transitoriamente con tanto de René Torres.

“Herbert comenzaba su historia en el 85, dando un salto en su carrera y en el área, el que hizo que los argentinos terminaran el partido retrasando la pelota al arquero”, relata el periodista Edgardo Broner, en su libro gol de Venezuela, un grito esporádico pero inolvidable.

 Hijo de una familia beisbolera de Anzoátegui, Márquez rompió con la tradición y tuvo su primer contacto en serio con el balón en 1985. Allí integró un equipo de la ciudad que jugó contra el Deportivo Portugués, dirigido por Rafael Santana Fontes.

Cuenta el experimentado Santana Fontes: “Lo vi en una caimanera. Era un muchacho alto, flaco, sin complejos, que le pegaba bien con las dos piernas. Me lo llevé y no nos defraudó”.

“Era un equipo de aficionados y de allí me llevó Rafa a jugar con el Portugués, en la primera división. Quedé como líder goleador, con once dianas”, recordó el centrodelantero.

Pasaría menos de un año para que vistiera la camiseta vinotinto en las eliminatorias al mundial de México 1986, en el equipo dirigido por el uruguayo Walter Roque. Después jugaría de nuevo, sin tanta suerte, en el premundial de Italia 1990.

El técnico charrúa rememora lo que significaba el ariete anzoatiguense. “Yo lo ponía a practicar hasta 500 cabezazos por día. Era, y es, uno de esos delanteros centro impetuosos, siempre de frente al arco. Hoy lo podríamos comparar, salvando las distancias, con Samuel Eto’o”, describe “Cata”, desde Carabobo.

Después de aquel memorable gol ante la Argentina de Carlos Salvador Bilardo, se unió al CS Marítimo de Venezuela, donde jugó dos años. Comenzaría una relación de amor con el once verdirrojo, que lo llevó, incluso, a jugar con el Marítimo de Funchal, en la división de honor portuguesa.

Márquez es el precursor de lo que hoy es Juan Arango, por ejemplo. “Fui el primer venezolano en ser firmado por un equipo europeo. Estuve un año en Portugal, y de allí tuve la oportunidad de irme a Chile, a jugar con el Colo Colo, pero antes no teníamos tantos orientadores o agentes, así que regresé a Venezuela”, afirmó el oriental.

Volvió al club de los lusos, en Caracas, donde fue el campeón goleador en las justas de 1989-90 y 1992-93. Marcó en 19 y 21 ocasiones, respectivamente.

En el club de los luso-venezolanos coincidió con Pedro Febles. “Fue uno de los últimos delanteros de área, número nueve, el mejor cabeceador de Venezuela, junto con Iván ‘Tiburón’ García. Sumamente inteligente, le pegaba bien con las dos piernas”, señaló el genial volante caraqueño.

Popularizaría la dupla Márquez-Febles una jugada especial, según evoca el mediocampista: “Metían un centro rasante, yo dejaba pasar el balón y él siempre estaba detrás para disparar. En lugar de celebrar, lo que hacíamos era reírnos”.

Luego vendría un río de clubes: el Táchira, Lara, Anzoátegui FC (con el que ganó la Copa Simón Bolívar, ante el Atlético Nacional de Medellín), y volvió al Marítimo de Venezuela. Jugó en Carabobo unos seis meses y luego se retiró en el Italchacao.

El entonces técnico del once itálico fue el mismo que lo descubrió para el profesionalismo, Rafa Santana Fontes. “Me llegó y me pidió para ver si podía jugar con el equipo, y le di la oportunidad, porque tenía la necesidad de trabajar. Luego se retiró en serio y se estableció en Anzoátegui”, apuntó el estratega.

En la actualidad, Márquez está divorciado y con tres hijos, residente en su natal Puerto La Cruz y vinculado a la industria petrolera. El fútbol es algo que quedó en el pasado, pero grabado en su corazón.

Fuera del gramado, Febles describe al Herbert amigo. “Un tipo tranquilo. Siempre alegre, sonriente, pero tranquilo”.

“Cata” Roque habla de la personalidad de Márquez en la cancha: “Cuando erraba una acción, se recomponía. No tenías que gritarle. Era un rebelde ante la adversidad, siempre”.

“Si hay algo que me dejó el deporte fueron amigos. Muchos amigos: nunca podré agradecer lo suficiente”, manifestó el ariete “compañero de todos”, como lo define Rafa Santana.

Márquez es un símbolo de lo que ya no existe en Venezuela dentro de las canchas: un delantero centro, el mejor, para muchos, en esa posición.

Bombardero

Márquez fue campeón goleador de Venezuela en los años 1989-90 (19) y 1992-93 (21), ambos con el Marítimo.

Marcó dos goles con la vinotinto en eliminatorias sudamericanas.