Comenzar con retraso un partido porque el equipo visitante trajo los mismos colores que el equipo local. Iniciar más tarde porque el número de efectivos policiales no era el requerido. Decidir errónea y consecutivamente en jugadas determinadas. Destrozar las sillas y agredir porque los fanáticos no quieren tener a los policías cerca. Romperle la cabeza al fanático de otro equipo por la sencilla razón de que es del otro equipo. Agredir a diestra y siniestra a todo el que se mueva, haciendo pagar a justos y a pecadores. Acusar al árbitro de ser el culpable de todo, desde el clima hasta la irresponsabilidad propia y ajena. No pagarle a tiempo a los jugadores o no jugar con todo el ánimo posible pese a que se le pague. Y, todo esto, con el silencio cómplice de una federación que prefiere callar ante el desastre (para muchos es el protagonista principal) que darle un “parao” a todo esto.
Si seguimos enumerando las fallas que vivimos no solo el fin de semana, sino toda la vida en el fútbol nacional, tendríamos que anular, en Venezuela, la práctica del deporte rey, por dañina para la salud pública.
El torneo Apertura 2010, por ser el tema inmediato que nos corresponde analizar, sufrió uno de los peores fines de semana en su historia, siempre por razones extradeportivas. Enfrentamientos entre barras (Carabobo-Aragua, por ejemplo) o de los fanáticos con las fuerzas del orden público con destrozos a la infraestructura incluidos (Zulia-Trujillanos), el calvario de un equipo que no cuenta ni con el dinero para los traslados (Caroní-Mineros y Zamora-Estudiantes, por nombrar a los dos con mayores problemas económicos)... Todo esto en la primera división.
Aparte está el chiste protagonizado por el Unión Atlético San Antonio en la segunda división, que vino a jugar a la capital zuliana con los mismos colores del UA Maracaibo, ocasionando que el local se vistiera con sus colores visitantes.
Mientras nadie asuma la responsabilidad de todo el daño que se le está haciendo a un deporte tan noble como el fútbol, continuaremos en la misma espiral de vicios. Parece más fácil apuntar al contrario y echarle la culpa que colocarse los pantalones y decir “erré, pido perdón”.
¿Será que los que vivimos en el hipotéticamente maravilloso mundo del fútbol estamos arando en el mar?
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