La adaptación al medio es la clave para la sobrevivencia. El que no lo hace, se va. Eso lo sabe Richard Páez, a punta de golpes y dificultades que le ha dado la vida.
En esta nueva etapa de su carrera, ahora como técnico de Millonarios de Bogotá, a Páez le ha tocado comerse las verdes. Malos resultados, la presión del público y de los medios de comunicación, todo ante el trabajo titánico de despertar a un gigante dormido desde hace décadas.
Sin embargo, poco a poco están llegando los resultados. Están en semifinales de la Copa Postobón, donde, pese a caer 3-2 con Itagüí en la ida, tiene la posibilidad de remontar. Mientras, en el torneo están en ascenso.
De su actualidad en Colombia conversó el timonel con PANORAMA.
—¿Cuál ha sido la solución para salir de la crisis de resultados?
—La clave ha sido confiar en el grupo, en que el equipo tiene las condiciones y la capacidad suficiente para realizar buenos partidos. En los últimos compromisos hice una variante en el aspecto táctico, para darle mayor fortaleza al sector defensivo y tratar de llegar con mayor verticalidad en el último cuarto. Esto nos ha permitido sacar los resultados que nos hacían falta, que era lo que estábamos buscando. Se ha logrado dar mayor confianza al grupo, y esto nos permite mirar hacia adelante con mejores perspectivas. Buscamos el pase a la final de la Copa Postobón y en el campeonato estamos saliendo del bache de resultados. Esperamos llegar a los objetivos: a la final y a quedar entre los ocho primeros.
—¿Por qué no llegaban los buenos resultados?
—Veníamos de un equipo que estaba en caos institucional, administrativo, económico... prácticamente en quiebra. La nueva junta directiva mostró una nueva tendencia para administrar al club. Eso le dio seguridad a todos, confianza en el trabajo. Mi llegada le dio una frescura desde el punto de vista de ser un técnico nuevo, con experiencia, y que permitía apuntara conseguir cosas. No se daban los resultados: por una u otra razón, el equipo estaba jugando muy bien, era visualmente atractivo, pero no se concretaban las opciones que generábamos. Eso se fue repitiendo en tres, cuatro, cinco partidos, que empatábamos o perdíamos cuando merecíamos haber ganado. Eso me hizo variar el sistema táctico, darle mayor solvencia a la defensa, y me ha permitido conseguir los resultados. Tuve que cambiar mi filosofía, la del manejo de balón.
—Aparte de la propuesta futbolística, ¿cuál fue su mensaje a los jugadores?
—El mensaje era tener fe. El jugador que piensa en grande, que quiere cosas grandes y extraordinarias, tiene que actuar de esa manera. Correlativo a ese pensamiento, el grupo fue adoptando actitudes en la cancha que poco a poco se iban viendo, pero lamentablemente al final, lo que prevalece es el resultado. De nada vale jugar muy bien, tocar muy buien la pelota, manejar el partido, si al final de los 90 minutos el resultado es adverso. Aquí tienen una calidad extraordinaria de jugadores, que tienen que exigirse más, demostrar más y creer más. Ése ha sido constantemente mi mensaje: que crean más en ellos, que superen a los fantasmas que rodean a este tipo de equipos.
—¿Cómo califica al desafío de dirigir a un grande como Millonarios?
—Es un reto muy agradable compartir este privilegio. Ya para un técnico colombiano es un privilegio dirigir a Millonarios de Bogotá, ahora, siendo uno venezolano, es doble la responsabilidad. Ha sido un proceso de evolución en mi carrera, me he sentido a gusto, apoyado, aunque también he sentido la presión. El trabajo diario del entrenador, no del seleccionador, me ha permitido seguir creciendo en muchos aspectos. Me he adaptado a las circunstancias.
—Viene del fútbol peruano, donde condujo al Alianza Lima. ¿Qué coincidencias y diferencias consigue con la experiencia en Millonarios?
—Dos de los más grandes, los más populares de sus respectivos países, en su momento estaban en crisis, pasando por una etapa de problemas económicos. En Alianza la crisis era mayor, porque no pude hacer cambios en la nómina. Tuve que convivir con los jugadores que tenían. Y después llegó una crisis de disciplina, que fue lo que terminó de romper el proyecto que traíamos. Aquí en Bogotá, a pesar de la crisis, pude trabajar con un equipo que formé. Es una formación de jugadores que pude conseguir en un torneo que pasaba de la primera etapa del torneo Apertura, no había muchso jugadores libres y tuve que sumar a los que estaban, pero tuve la oportunidad. Ahora he tenido el respaldo de una sola directiva: en Alianza Lima tuve que trabajar con dos directivas que tenían una lucha intestina en el plantel. Eso originó mi salida. En Bogotá he tenido el respaldo total, incondicional, de una sola directiva. Me he sentido más protegido, más sólido. La diferencia se tiene que notar en Colombia.
—Colombia se ha convertido en destino de venezolanos como Vicarrondo, Perozo y Seijas, de buena participación en sus clubes. ¿Cuál es su evaluación sobre ellos?
—La característica fundamental del jugador venezolano acá es que tiene una personalidad fuerte, que ha sabido desarrollar sus condiciones técnicas y futbolísticas basado en una mentalidad distinta. El jugador venezolano se distingue por eso: por su fortaleza mental, su determinación en el juego. Tanto Vizcarrondo, Perozo y Seijas han demostrado esa solvencia, esa personalidad que, para mí, es fundamental, que los diferencia. En eso tienen que seguir. Alejandro Cichero, que fue el que trajimos nosotros, ha mantenido esa postura. Es reconocida su jerarquía. Atravesó esa crisis con nosotros y, lamentablemente, cuando fue expulsado, lo asumió uno de los jugadores de Millonarios su posición, y se ha sumado a este momento adecuado de sacar resultado. Ésa es la razón por la que Alejandor no ha vuelto a tener participación. Pero lo tenemos allí, sabemos que cuento con él. Tiene personalidad, jerarquía y condiciones para triunfar en Colombia.
—Volviendo al tema de las diferencias y semejanzas, ¿en cuánto se asemeja y se distingue el fútbol colombiano del venezolano, tanto en organización como en estilo?
—Parecerse, en el sentido organizativo. está en crecimiento el fútbol venezolano. Ha evolucionado mucho el trabajo organizativo en cada uno de los equipos. La gente se está preparando mejor: hacen mejores pretemporadas, los contratos con mayor disposición de tiempo, aunque hay algunos equipos que siguen con la tendencia del fútbol venezolano, de hacer todo a la carrera, improvisando. Pero ya hay, por lo menos, ocho o diez equipos en Venezuela que están intentando salir de esa organización de equip a transformarse en un club, que es lo que verdaderamente le da solidez a esta estructura. En cuanto a calidad futbolística, en Colombia es mucho más grande la cantidad de la calidad futbolística. En Venezuela, la cantidad es menor, pero la calidad compite a cualquier nivel. Hay que seguir intentando mejorar las categorías menores, que no las tenemos bien desarrolladas. Las academias menores son muy pocas y las que hay no reciben el apoyo de la dirigencia, ni de la empresas privadas y públicas. En ese sentido, le estamos dando mucha ventaja al fútbol de Suramérica.
—Esta semana se reiteró la presencia de fondos del narcotráfico en el Santa Fe, rival de ciudad de Millonarios. ¿Le preocupa el tema? ¿Cuál es su valoración acerca de ello?
—Es una mancha, un cáncer que ha vivido siempre en el fútbol colombiano. Lo vivió en la década de los 70, 80, 90, y prácticamente lo han ido cercando, aislando. Definitivamente, el fútbol colombiano hoy se siente más tranquilo en ese aspecto, pero todavía hay huellas, marcas, cicatrices de esa etapa. Pienso que los dirigentes de la Dimayor y del Gobierno colombiano, están pendientes de que no trascienda, que no aumente. Son detalles que están cambiando en el fútbol colombiano. Ha sido su gran marca, que lamentablemente, los ha atado a circunstancias negativas.
—A lo lejos, ¿sigue pendiente de la selección venezolana?
—Estamos pendientes. No podemos permitir un olvido con algo que nosotros creamos, fortalecimos y dignifcados. Ha sido mi máximo orgullo. Tratamos de que el venezolano siga su nivel de crecimiento. No va a ser fácil. Nuestro hándicap es que nuestros jóvenes valores, nuestro defecto es que la formación sigue siendo muy pobre.
—¿Cómo mejorar?
—Hay que hacer un proyecto serio, organizado y coherente, desde el Gobierno y las empresas privadas, en fortalecer las academias que existen, darle apoyo, sembrar por el país el fútbol cinco, el fústbol siete, para desarrollar mayor competencia en lo técnico a los jugadores jóvenes y, de esa manera, podremos llegar al nivel de otros países.
—Hace poco el Ministerio del Deporte revivió la polémica de suplir el uniforme vinotinto por el tricolor. Usted, como propulsor del fenómeno vinotinto, ¿cómo lo ve?
—Las decisiones, de repente arbitrarias, o de disposición para cambiar una manera de pensar de un país, de un pueblo, contrastan con la libertad y un sentimiento que sale del fondo de cada ser. El sentimiento vinotinto no ha sido un boom publicitario, mediático y acomodaticio del venezolano. El sentimiento vinotinto es algo que llena de satisfacción, plenitud y gozo al venezolano común. No valdrá nada que quieran imponer a una idea que es libertad, de cada uno. Por más que quieran cambiarle el color, no van a poder cambiar el sentimiento que tiene la vinotinto en el corazón del venezolano. No habrá medida posible que pueda cambiar eso. Lo único que uno pide es mesura, sindéresis, es pensar como un venezolano que se llena de orgullo cuando siente que la vinotinto va a jugar. Cuando uno ve al volibol jugando de color rojo, ya parece otro país, y no Venezuela.
En esta nueva etapa de su carrera, ahora como técnico de Millonarios de Bogotá, a Páez le ha tocado comerse las verdes. Malos resultados, la presión del público y de los medios de comunicación, todo ante el trabajo titánico de despertar a un gigante dormido desde hace décadas.
Sin embargo, poco a poco están llegando los resultados. Están en semifinales de la Copa Postobón, donde, pese a caer 3-2 con Itagüí en la ida, tiene la posibilidad de remontar. Mientras, en el torneo están en ascenso.
De su actualidad en Colombia conversó el timonel con PANORAMA.
—¿Cuál ha sido la solución para salir de la crisis de resultados?
—La clave ha sido confiar en el grupo, en que el equipo tiene las condiciones y la capacidad suficiente para realizar buenos partidos. En los últimos compromisos hice una variante en el aspecto táctico, para darle mayor fortaleza al sector defensivo y tratar de llegar con mayor verticalidad en el último cuarto. Esto nos ha permitido sacar los resultados que nos hacían falta, que era lo que estábamos buscando. Se ha logrado dar mayor confianza al grupo, y esto nos permite mirar hacia adelante con mejores perspectivas. Buscamos el pase a la final de la Copa Postobón y en el campeonato estamos saliendo del bache de resultados. Esperamos llegar a los objetivos: a la final y a quedar entre los ocho primeros.
—¿Por qué no llegaban los buenos resultados?
—Veníamos de un equipo que estaba en caos institucional, administrativo, económico... prácticamente en quiebra. La nueva junta directiva mostró una nueva tendencia para administrar al club. Eso le dio seguridad a todos, confianza en el trabajo. Mi llegada le dio una frescura desde el punto de vista de ser un técnico nuevo, con experiencia, y que permitía apuntara conseguir cosas. No se daban los resultados: por una u otra razón, el equipo estaba jugando muy bien, era visualmente atractivo, pero no se concretaban las opciones que generábamos. Eso se fue repitiendo en tres, cuatro, cinco partidos, que empatábamos o perdíamos cuando merecíamos haber ganado. Eso me hizo variar el sistema táctico, darle mayor solvencia a la defensa, y me ha permitido conseguir los resultados. Tuve que cambiar mi filosofía, la del manejo de balón.
—Aparte de la propuesta futbolística, ¿cuál fue su mensaje a los jugadores?
—El mensaje era tener fe. El jugador que piensa en grande, que quiere cosas grandes y extraordinarias, tiene que actuar de esa manera. Correlativo a ese pensamiento, el grupo fue adoptando actitudes en la cancha que poco a poco se iban viendo, pero lamentablemente al final, lo que prevalece es el resultado. De nada vale jugar muy bien, tocar muy buien la pelota, manejar el partido, si al final de los 90 minutos el resultado es adverso. Aquí tienen una calidad extraordinaria de jugadores, que tienen que exigirse más, demostrar más y creer más. Ése ha sido constantemente mi mensaje: que crean más en ellos, que superen a los fantasmas que rodean a este tipo de equipos.
—¿Cómo califica al desafío de dirigir a un grande como Millonarios?
—Es un reto muy agradable compartir este privilegio. Ya para un técnico colombiano es un privilegio dirigir a Millonarios de Bogotá, ahora, siendo uno venezolano, es doble la responsabilidad. Ha sido un proceso de evolución en mi carrera, me he sentido a gusto, apoyado, aunque también he sentido la presión. El trabajo diario del entrenador, no del seleccionador, me ha permitido seguir creciendo en muchos aspectos. Me he adaptado a las circunstancias.
—Viene del fútbol peruano, donde condujo al Alianza Lima. ¿Qué coincidencias y diferencias consigue con la experiencia en Millonarios?
—Dos de los más grandes, los más populares de sus respectivos países, en su momento estaban en crisis, pasando por una etapa de problemas económicos. En Alianza la crisis era mayor, porque no pude hacer cambios en la nómina. Tuve que convivir con los jugadores que tenían. Y después llegó una crisis de disciplina, que fue lo que terminó de romper el proyecto que traíamos. Aquí en Bogotá, a pesar de la crisis, pude trabajar con un equipo que formé. Es una formación de jugadores que pude conseguir en un torneo que pasaba de la primera etapa del torneo Apertura, no había muchso jugadores libres y tuve que sumar a los que estaban, pero tuve la oportunidad. Ahora he tenido el respaldo de una sola directiva: en Alianza Lima tuve que trabajar con dos directivas que tenían una lucha intestina en el plantel. Eso originó mi salida. En Bogotá he tenido el respaldo total, incondicional, de una sola directiva. Me he sentido más protegido, más sólido. La diferencia se tiene que notar en Colombia.
—Colombia se ha convertido en destino de venezolanos como Vicarrondo, Perozo y Seijas, de buena participación en sus clubes. ¿Cuál es su evaluación sobre ellos?
—La característica fundamental del jugador venezolano acá es que tiene una personalidad fuerte, que ha sabido desarrollar sus condiciones técnicas y futbolísticas basado en una mentalidad distinta. El jugador venezolano se distingue por eso: por su fortaleza mental, su determinación en el juego. Tanto Vizcarrondo, Perozo y Seijas han demostrado esa solvencia, esa personalidad que, para mí, es fundamental, que los diferencia. En eso tienen que seguir. Alejandro Cichero, que fue el que trajimos nosotros, ha mantenido esa postura. Es reconocida su jerarquía. Atravesó esa crisis con nosotros y, lamentablemente, cuando fue expulsado, lo asumió uno de los jugadores de Millonarios su posición, y se ha sumado a este momento adecuado de sacar resultado. Ésa es la razón por la que Alejandor no ha vuelto a tener participación. Pero lo tenemos allí, sabemos que cuento con él. Tiene personalidad, jerarquía y condiciones para triunfar en Colombia.
—Volviendo al tema de las diferencias y semejanzas, ¿en cuánto se asemeja y se distingue el fútbol colombiano del venezolano, tanto en organización como en estilo?
—Parecerse, en el sentido organizativo. está en crecimiento el fútbol venezolano. Ha evolucionado mucho el trabajo organizativo en cada uno de los equipos. La gente se está preparando mejor: hacen mejores pretemporadas, los contratos con mayor disposición de tiempo, aunque hay algunos equipos que siguen con la tendencia del fútbol venezolano, de hacer todo a la carrera, improvisando. Pero ya hay, por lo menos, ocho o diez equipos en Venezuela que están intentando salir de esa organización de equip a transformarse en un club, que es lo que verdaderamente le da solidez a esta estructura. En cuanto a calidad futbolística, en Colombia es mucho más grande la cantidad de la calidad futbolística. En Venezuela, la cantidad es menor, pero la calidad compite a cualquier nivel. Hay que seguir intentando mejorar las categorías menores, que no las tenemos bien desarrolladas. Las academias menores son muy pocas y las que hay no reciben el apoyo de la dirigencia, ni de la empresas privadas y públicas. En ese sentido, le estamos dando mucha ventaja al fútbol de Suramérica.
—Esta semana se reiteró la presencia de fondos del narcotráfico en el Santa Fe, rival de ciudad de Millonarios. ¿Le preocupa el tema? ¿Cuál es su valoración acerca de ello?
—Es una mancha, un cáncer que ha vivido siempre en el fútbol colombiano. Lo vivió en la década de los 70, 80, 90, y prácticamente lo han ido cercando, aislando. Definitivamente, el fútbol colombiano hoy se siente más tranquilo en ese aspecto, pero todavía hay huellas, marcas, cicatrices de esa etapa. Pienso que los dirigentes de la Dimayor y del Gobierno colombiano, están pendientes de que no trascienda, que no aumente. Son detalles que están cambiando en el fútbol colombiano. Ha sido su gran marca, que lamentablemente, los ha atado a circunstancias negativas.
—A lo lejos, ¿sigue pendiente de la selección venezolana?
—Estamos pendientes. No podemos permitir un olvido con algo que nosotros creamos, fortalecimos y dignifcados. Ha sido mi máximo orgullo. Tratamos de que el venezolano siga su nivel de crecimiento. No va a ser fácil. Nuestro hándicap es que nuestros jóvenes valores, nuestro defecto es que la formación sigue siendo muy pobre.
—¿Cómo mejorar?
—Hay que hacer un proyecto serio, organizado y coherente, desde el Gobierno y las empresas privadas, en fortalecer las academias que existen, darle apoyo, sembrar por el país el fútbol cinco, el fústbol siete, para desarrollar mayor competencia en lo técnico a los jugadores jóvenes y, de esa manera, podremos llegar al nivel de otros países.
—Hace poco el Ministerio del Deporte revivió la polémica de suplir el uniforme vinotinto por el tricolor. Usted, como propulsor del fenómeno vinotinto, ¿cómo lo ve?
—Las decisiones, de repente arbitrarias, o de disposición para cambiar una manera de pensar de un país, de un pueblo, contrastan con la libertad y un sentimiento que sale del fondo de cada ser. El sentimiento vinotinto no ha sido un boom publicitario, mediático y acomodaticio del venezolano. El sentimiento vinotinto es algo que llena de satisfacción, plenitud y gozo al venezolano común. No valdrá nada que quieran imponer a una idea que es libertad, de cada uno. Por más que quieran cambiarle el color, no van a poder cambiar el sentimiento que tiene la vinotinto en el corazón del venezolano. No habrá medida posible que pueda cambiar eso. Lo único que uno pide es mesura, sindéresis, es pensar como un venezolano que se llena de orgullo cuando siente que la vinotinto va a jugar. Cuando uno ve al volibol jugando de color rojo, ya parece otro país, y no Venezuela.
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